Estudio de la UAB y de la Universidad de Helsinki
Científicos de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y la Universidad de Helsinki han conseguido reproducir en el laboratorio, modificando el desarrollo embrionario en ratones, cambios en la forma de los dientes de los mamíferos existentes a lo largo de millones de años de evolución.
Un equipo de investigadores ha conseguido, por primera vez, reproducir experimentalmente con ratones cambios morfológicos que se han producido a lo largo de millones de años de evolución. Mediante modificaciones pequeñas y graduales del desarrollo embrionario de dientes de ratón, inducidas en el laboratorio, los investigadores de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y la Universidad de Helsinki (Finlandia) han obtenido dientes que son morfológicamente muy similares a los observados en el registro fósil de especies de roedores separadas por millones de años.
Para modificar el desarrollo de los dientes, el equipo de investigación ha trabajado con cultivos de dientes embrionarios de ratón que no codificaban la proteína ectodysplasin A (EDA), que regula la formación de estructuras y la diferenciación de los órganos en el embrión.
Coronas uniformes
Los dientes obtenidos a partir de los cultivos que presentan esta mutación se desarrollan hacia formas muy básicas, con una corona dental muy uniforme. Los científicos han añadido gradualmente diferentes cantidades de EDA a las células embrionarias y han dejado que se desarrollen observando la formación de dientes con diferentes grados de complejidad en su corona.
Los cambios más primitivos analizados coinciden con los que tuvieron lugar evolutivamente en animales del Triásico, hace unos 200 millones de años, y los patrones posteriores de desarrollo coinciden con los de diferentes estadios de evolución de especies de roedores ya extinguidas del Paleoceno, hace unos 60 millones de años.
De este modo, han conseguido reproducir las transiciones que se observan en el registro fósil de los dientes de mamíferos. «La investigación ayuda a entender la evolución como un juego, en cada generación, entre las posibles variaciones de la forma y la selección natural», señala el investigador Isaac Salazar-Ciudad.