Durante muchos años nos ha resultado un reto, e incluso sorprendente, que los primeros casos de implantes osteointegrados hace 25 años, realmente se quedaran soldados al hueso, y que hoy en día se mantengan en boca cumpliendo perfectamente su función. Este proceso biológico que Bränemark denominó osteointegración ha cambiado completamente nuestras estrategias a la hora de realizar una rehabilitación oral. Ha posibilitado que millones de personas en el mundo puedan tener dientes fijos y olvidarse de las inconfortables prótesis removibles. Además nos ha permitido evitar mutilaciones en dientes naturales para colocar largos puentes de impredecible longevidad y mejorar la situación biomecánica de nuestras bocas. Hoy en día nos enfrentamos a un hecho completamente diferente y es que en nuestras consultas permanentemente recibimos casos en los que los implantes o no están correctamente colocados o que por diferentes motivos presentan periimplantitis, siendo necesario la realización de tratamientos para lograr estabilizar o revertir los procesos infecciosos. En este artículo presentamos una alternativa a los algoritmos convencionales para el tratamiento de la periimplantitis dándole un nuevo enfoque al abordaje de la patología.