Los afectados suelen padecer cuadros de ansiedad y estrés
Numerosos estudios desarrollados durante los últimos años han demostrado que la halitosis, afección que afecta a 10 millones de personas en nuestro país –el 20 por ciento de la población–, provoca un fuerte impacto en la autoestima y autoconfianza de quien la padece, siendo un desencadenante de ansiedad y estrés.
Se estima que el 20% de la población española puede sufrir halitosis o mal aliento de forma habitual y que la mitad de los ciudadanos se han sentido en algún momento preocupados por el estado de su aliento. Sin embargo, y a pesar de la creciente importancia que la población le atribuye, especialmente por el grave impacto en la calidad de vida de las personas afectadas y las consecuencias sociales que se derivan, todavía existe una gran desinformación sobre este tema. «La forma en la que la halitosis daña psicológicamente a quien la padece ha sorprendido tanto a los profesionales de la salud como a los familiares de los pacientes», explica el doctor Jonas Nunes, uno de los pocos investigadores del aliento humano a nivel internacional que dirige el Instituto del Aliento y el Departamento de Halitosis del Grupo Plénido. «De hecho, la conciencia de padecer mal aliento desencadena consecuencias psicológicas, con manifestaciones visibles en el comportamiento: gestos como cubrir la boca al hablar, mantener una mayor distancia interpersonal o evitar las relaciones sociales, algunas de las cuales pueden llegar a ser graves».
«Los relatos esporádicos de los pacientes que acuden a las consultas del aliento –prosigue el Dr. Nunes– han dado lugar a numerosos estudios internacionales». Uno de ellos, realizado en Hungría, obtuvo resultados que llaman la atención, señalando la halitosis como la condición relacionada con la boca que provoca el mayor impacto negativo en la calidad de vida de una persona. Se demostró que este impacto supera al causado por otros problemas de salud oral, como podrían ser la ausencia de dientes, la utilización de prótesis removibles (dentaduras) o la existencia de dolor a nivel de la articulación temporomandibular.
Otra investigación realizada en 2010 en el laboratorio de Psicología del Instituto Universitario de Lisboa (ISCTE), demostró que la simple creencia de tener mal aliento provoca un efecto inmediato sobre el nivel de felicidad, en las emociones y en el comportamiento de una persona.
Publicaciones recientes en el área de la neuroimagiología han interpretado la estrecha relación existente entre el olfato y las emociones, como resultado de la superposición de los sistemas neuronales, ya que el sentido del olfato está localizado en la misma área del sistema nervioso central que las emociones (el sistema límbico). «La estructura límbica clave en la interacción con el centro olfativo es la amígdala cerebelosa, lugar donde se procesan las emociones», prosigue el especialista. «Algunos de los hallazgos recientes han demostrado claramente que esta amígdala es estimulada por la percepción de un olor, y que los estímulos olfativos (positivos o negativos) influyen en las emociones relacionadas con la memoria, el lenguaje, el reconocimiento espacial y el temperamento. Inevitablemente, en el contexto social, los olores, las emociones, la imagen corporal y las relaciones, interaccionan de forma dinámica e ininterrumpida a lo largo de nuestra vida. Y en este marco –concluye– la halitosis es una cuestión determinante».