No es de extrañar que el Dr. de la Macorra se refiera a la Facultad de Odontología de la UCM como «la casa». Cuando era un niño, su padre, profesor de la entonces Escuela de Estomatología, le llevaba a jugar por sus dependencias. Años después seguiría los pasos profesionales de su progenitor y son ya más de tres décadas las que lleva vinculado a la Facultad, primero como alumno y después como docente. Tras ocupar el Vicedecanato de investigación, postgrado y doctorado, desde el ocho de febrero ejerce como decano, tomando así el relevo de su compañero, el Dr. Mariano Sanz.
—¿Qué objetivos se ha marcado en su programa como decano de la Facultad de Odontología de la UCM?
—El problema principal que tiene la facultad, y que lo venimos detectando desde hace tiempo, es que la atención a los pacientes en el centro es manifiestamente mejorable. Mariano Sanz ha dado los primeros pasos para afrontarlo y desde el nuevo equipo decanal pretendemos continuarlo. La calidad técnica de lo que se hace a los pacientes es bastante buena, pero la gestión no la estamos haciendo todo lo bien que deberíamos. Arrastramos un sistema de gestión muy antiguo, de cuando esto era Escuela, y ha ido perpetuándose. Esto no es bueno para el paciente, pues la coordinación entre departamentos no es la mejor, el proceso a veces es lento y, a día de hoy, no nos lo podemos permitir porque el paciente se cansa y se va. Pero para hacer esto tenemos que remover todo: horarios de alumnos, profesores, etc. A pesar de lo complejo del proceso, lo vamos a hacer porque toda la facultad lo está esperando y deseando.
Al margen de éste, luego están los clásicos problemas propios de un centro tan grande: cómo coordinar mejor las clases para que las cargas de trabajo de los alumnos estén más equilibradas; cómo facilitar que los jóvenes entren en la carrera investigadora; cómo mejorar nuestra biblioteca, que aunque es una de las mejores de España, está empezando también a sufrir los recortes… En definitiva, nada que no estén haciendo otras facultades.
Por otra parte, el próximo año acaba la primera promoción de Grado y ya hemos visto que hay que dar algún retoque al plan de estudios. Se ha detectado que algunas competencias no están bien definidas, que otras faltan y las hay que están duplicadas. Pero esto no va a ser inmediato, tienen que pasar una o dos generaciones para comprobar su eficacia, pero está claro que hay que hacer cambios porque es renovarse o morir.
—¿Y qué hay de la financiación?
—La financiación está doliéndonos porque nuestra universidad tiene problemas como muchas otras, pero estoy convencido de que aun con los recortes podemos seguir trabajando bien aunque nos cueste adaptarnos.
Esta facultad es un poco especial en el campus porque genera dinero. La atención a los pacientes, los títulos propios, la formación continuada genera unos ingresos que sirven para 'autopagarnos'. No hay beneficios prácticamente. Pero, ¿qué ocurre? Que como tenemos ingresos los recortes que nos aplican son mayores. Pero tenemos claro que hay que ser solidarios, somos universidad.
De cualquier forma, vamos a sobrevivir porque hemos pasado épocas peores. Recuerdo lo difícil que fue la transición de la Estomatología a la Odontología; cuando transformamos el edificio que hoy ocupamos, gracias a Juan Pedro Moreno, una reforma que se hizo mientras seguíamos allí trabajando… Fueron etapas muy duras, y esta también lo va a ser, pero vamos a salir reforzados de ella porque nos obliga a ser cada vez más eficaces.
—¿Qué aspectos es consciente que no podrá solucionar aunque le ponga empeño?
—No voy a poder arreglar la universidad española. Los españoles somos muy negativos, nos gusta mucho decir lo que hacemos mal, pero se nos olvida decir lo que hacemos bien. La universidad española hace muchas cosas bien, lo sé por este centro, por otras facultades españolas, pero aún así hay cosas que se hacen mal. La universidad es muy rígida, la administración es muy lenta, los sistemas de selección son antiguos, la acreditación no se basa en procesos ágiles ni mucho menos perfectos. Si quisiéramos hacer un título nuevo, tendríamos que estar peleando durante años y años hasta convencer a la administración y la gente se desfonda. Esto es malo. La universidad necesita muchas veces cambiar rápidamente y no podemos. No solo porque la administración universitaria española está agarrotada sino porque toda la administración española está agarrotada. Aunque esté un poco decepcionado, estoy seguro de que podremos sobrepasar estos problemas. La universidad es mi casa, mi profesión, es lo que me gusta hacer.
—Puesto que ha formado parte del equipo de gobierno de su antecesor, el doctor Sanz, ¿el programa es en cierto modo continuista?
—Sí, con matices. Continuista en la manera de hacer. Mariano Sanz ha sabido rodearse de un buen equipo, y gracias a esto las cosas han ido bastante suaves. Se han hecho muchas cosas, se han afrontado problemas, hemos implantado el Grado, los nuevos títulos de doctorado, los másteres, que esto fue también una pesadilla. Este tipo de trabajo es el que yo quiero hacer. Intentaré tener una dirección inteligente, dejar trabajar a la gente, supervisar lo que haya que supervisar, etc.
Mariano Sanz implantó un sistema de gestión de pacientes, el sistema Salud®, que va a ser empleado por otras facultades. Se trata de un sistema de gestión clínico y académico, que nos permite gestionar el tratamiento, la economía y la carga académica de la atención a los pacientes. Este programa, este sistema, hay que profundizarlo, sacarle más rendimiento. En ese sentido también soy continuista. Ser continuista en algo que es bueno yo creo que es razonable. El centro, por lo que yo percibo y creo conocerlo bien, está deseando mejorar, habrá alguna pega, pero no detecto grupos reacios. Lógicamente habrá discrepancias de cómo se hace, pero lo vamos a hacer.
—¿Qué lugar ocupa la investigación en su programa?
—La investigación está gobernada por los departamentos. Desde el decanato lo que podemos hacer es incentivar, empujar y, por ejemplo, promocionar programas conjuntos. Uno de los proyectos que tenemos en mente es la creación del Instituto Universitario de Investigación que nos dará una capacidad de gestión bastante ágil y que va a agrupar a los principales laboratorios de investigación que tenemos.
—Entre los profesionales hay baremos no oficiales según los cuales se establecen distintas categorías para los nuevos odontólogos en función de la facultad donde han obtenido su titulación. ¿Está justificada esta actitud?
—Yo esto lo sé a nivel de conversación. Me han dicho que ocurre, es posible, pero me pregunto: ¿esto no es la ley salvaje del mercado? De cualquier modo, me cuesta creer que existan tantas diferencias y si las hay tan abismales es que el sistema no funciona, que quien debe controlar que no las haya, que es el Ministerio, no lo hace. Este organismo debe ser el encargado de controlar el producto final y el proceso de fabricación.
—Otra crítica que aparece en toda conversación con los profesionales es el exceso de odontólogos que sale de las universidades cada año. ¿Debería existir el numerus clausus o, por el contrario, considera que el mercado de la oferta y la demanda ha de ser el que regule el número de profesionales?
—Cuando iba a arrancar una de la primeras universidades privadas en España hace unos 20 años me pidieron asesoramiento sobre el plan de estudios, y ya entonces se hablaba de plétora de dentistas. Cuando me reuní con los dueños, conversamos y les expuse esta inquietud, el hecho de estar «fabricando dentistas de más». Y me contestaron: sí, pero hay demanda. Esto me desarmó.
Desde mi punto de vista, el numerus clausus debería existir, entrando en el saco tanto universidades públicas como privadas, pero no en el sentido intervencionista de que el Estado regule todo.
La especificidad de nuestra formación hace que sea más grave aún que sobren dentistas. ¿Qué hacen los titulados ante esto? Aceptar, en el mejor de los casos, trabajos con salarios muy bajos y en los que tienen que asumir unas condiciones y unas órdenes inaceptables. Son ejecutores de acciones que nunca debería ser. Y se nos olvida que al final de la cadena, en el sillón, quizás esté sentado un familiar tuyo. Esto es muy duro, pues se termina por ofrecer un servicio malo, del que nadie se beneficia.
Los problemas empezaron a aflorar en los 80. Entonces se decidió inundar el mercado de profesionales, esperando que la competencia bajara los precios, y aparecieron los low cost. No obstante habría que matizar porque yo creo que los precios en general no han bajado, lo que sí ha bajado mucho es la calidad media. La calidad alta ha subido, pero la baja también ha bajado mucho. Y todo por el dinero. Si te está atendiendo un tipo que gana poco, que te mira a toda velocidad y que utiliza malos materiales se produce un cóctel explosivo.
—Dicen, no se oculta, que la proliferación de estudiantes en Odontología se debe al imán que supone, o suponía, el ser una profesión bien remunerada y no por la presumible vocación. ¿Es cierto? ¿Qué consejo puede dar a quienes estén barajando la posibilidad de estudiar Odontología?
—Estoy seguro de que esto sigue siendo cierto, aunque me pregunto si es igual de cierto que hace algunos años. Esta profesión atrae porque es una profesión liberal pura, tú acabas aquí y eres el dueño de tu propia vida, de tu propio negocio y se cree que es muy remuneradora económicamente. Pero para que sea así tiene que pasar mucho tiempo, ahora y antes, si bien lo cierto es que antes hacía falta menos tiempo para conseguir buenos resultados económicos. Ahora tienes que tener una consulta durante muchos años para que el retorno económico sea importante. Incluso compañeros míos que tenían consultas medias están teniendo ahora que apretarse el cinturón, poniendo más horas, prescindiendo de auxiliares, etc. La gente no tiene tanto dinero y como hay más dentistas hay menos pacientes en las consultas.
Así que yo les digo a los que empiezan en este mundo que alcanzar sus propósitos les va a costar mucho tiempo, esfuerzo, formación, asistir a congresos, leer y trabajar mucho. El plazo para llegar a la meta se alarga y además no para todos, porque son muchos los que se quedan en el camino.
—¿Se ha perdido, entonces, vocación?
—Antes nuestro campo era mucho más pequeño y era más vocacional en el sentido de que había mucho dentista que venía del mundo de la Odontología. Bien sus padres, sus tíos, o sus hermanos se dedicaban a ello, pero hoy en día el espectro se ha abierto y creo que esto es bueno. La vocación se obtiene. Cuando tú haces algo, lo haces bien y te gusta al final lo llamas vocación.
—¿Saldrán mejor preparados los odontólogos graduados que los titulados?
—El plan de estudios de Grado y el de Licenciatura son distintos, pero la diferencia no es tan crítica. Lo que ocurre es que ha pasado el tiempo y ahora hacemos mejor las cosas que hace diez o quince años. Hemos ido mejorando todos en cuanto a las cosas que enseñamos, cómo lo enseñamos y los medios empleados, desde los sillones hasta la interactividad electrónica de los campos virtuales.
—Son muchas las voces que indican que los alumnos actuales suspenden en humanismo. ¿Comparte esta percepción?
—Yo creo que el alumno también suspendía antes en humanismo. Lo noté hace mucho tiempo, cuando dejaron de entrar médicos aquí para hacer la especialidad y empezaron a entrar odontólogos. Se dejaban la piel, estudiaban, pero no tenían el poso que te da una carrera universitaria de seis años.
No estoy diciendo que sean peores porque el mundo también ha cambiado. Nosotros nos formamos para el mundo de entonces y ellos para el de ahora. No son peores, son diferentes. Les faltan cosas, pero tienen otras que nosotros no teníamos. Ahora los jóvenes, no sólo los odontólogos, se van de Erasmus, cuentan con amigos en toda Europa, tienen el idioma, un más fácil acceso a todo, mayor sociabilidad…
—¿Cuál es el planteamiento de la facultad de la UCM en el tema de las especialidades?
—El planteamiento de la facultad es el que hemos mantenido siempre y no es otro que los que mejor hacen formación son los que forman, los que están preparados para formar y los que llevan formando mucho tiempo. Es imposible que esa formación se de fuera de la universidad.
Las especialidades son buenas porque todo lo que sea promover el avance en un área es bueno, ahora los aspectos de restricción de la actividad que pueden llevar consigo no me gustan. Y aunque se dice que esto no va a ocurrir, la realidad no va a ser esa. El médico general puede atender a todo el mundo, pero si tengo un problema cardiaco voy al cardiólogo. ¿Quién me impide ir al médico general? Nadie, pero no lo voy a hacer. Luego la restricción va a ser sobrevenida. Y no estoy tan seguro de que esto sea bueno. Creo en el dentista general, porque hace y puede hacer muchas cosas.
—Desde el Consejo de Dentistas se critica la proliferación de másteres y postgrados en las universidades, dicen que no son más que un sacacuartos. ¿Son necesarios?
—Los másteres y postgrados de las universidades dan dinero y yo me pregunto: ¿qué hay de malo en esto? Si le dan al alumno lo que necesita y se lo dan bien. A veces se nos olvida que la universidad es de todos. Parece que los centros se lo llevan a casa. Aquellos que dicen que es un sacacuartos se olvidan de que la universidad pública es de todos. Todos la estamos pagando y a todos benefician sus éxitos. Con ese dinero hemos comprado más ordenadores y hemos puesto más sillones.
—Está claro que una de las misiones de la Universidad es formar, ¿hasta qué punto se consigue que esa formación sea la adecuada en Odontología?
—La formación tecnológica y odontológica es bastante buena, aunque mejorable, sin duda. No obstante, ninguna carrera que yo conozca produce un licenciado o graduado apto para luchar en el mundo empresarial tal y como sale de sus aulas porque hay limitaciones de tiempo, de espacio. Producimos el mejor producto que nos permite la situación.
Más personal |
• Nacido en… Madrid, en el barrio de Chamberí. • Estado civil… Casado y con tres hijos. • Aficiones… La lectura. Ahora releo “Los Maia”, novela de Eça de Queirós. • Deportes… Rubgy. Formó parte del equipo de Arquitectura en la época dorada de este deporte, cuando los universitarios madrileños ganaron ligas, copas… • Música preferida… La de los años 60 y 70. • Viajes en cartera… Florencia y París por motivos de trabajo. Y, a nivel personal, «los que vayan surgiendo». |
Equipo decanal de la UCM |
Decano: Dr. José Carlos de la Macorra. Vicedecano de Grado y Estudiantes: Dr. Juan José Hidalgo. Vicedecano de Clínicas Odontológicas: Dr. David Herrera. Vicedecana de Formación Continua, Títulos Propios y Campus Virtual: Dra. Dolores Oteo. Vicedecana de Investigación, Postgrado, Doctorado y Relaciones Internacionales: Dra. Concepción Martín. Secretario académico: Dr. Victoriano Serrano. |
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J.L. del Moral / G. Bonache