Nos encontramos inmersos en una situación de crisis económica en la que resulta complicado establecer las repercusiones que esta situación puede llegar a tener en el sector de la salud. Pero podemos hablar de un hecho irrefutable, las enfermedades y/o dolencias tanto graves como leves no saben de crisis económicas.
En nuestro país es evidente que prácticamente todos los sectores están atravesando por momentos complicados y no es menos la sanidad. En este sentido los odontólogos somos uno de los sectores sanitarios más afectados por la situación de recesión económica.
Frente a otras disciplinas, la Odontología es un área sanitaria privada, y por tanto, la que más ve afectada sus ingresos debido al freno en el gasto de los consumidores finales, que son los pacientes. Una persona sin recursos económicos o con una economía ajustada trata de buscar distintas formas de ahorrar, prescindiendo de algunas cosas que consideran no imprescindibles, entre ellas las visitas al odontólogo que son valoradas como un «lujo». En este punto, es necesario diferenciar entre dos tipos de atención odontológica, la denominada primaria, que no tiene o no debería verse afectada por la crisis y entre las que destacamos la atención de patologías infecciosas, periodontales, las necesidades de Odontología preventiva y conservadora, sobre todo en los casos agudos que requieren de la intervención y tratamiento odontológico inmediato, y la denominada atención odontológica secundaria o especializada que, aun siendo necesaria, está siendo la más afectada, ya que corresponde a los tratamientos de mayor coste tales como implantes, ortodoncias y estética dental, entre otros, y, por tanto, cuya decisión puede ser pospuesta.
Ante este contexto económico, nos preguntamos qué medidas paliativas puede llevar a cabo el sector para conseguir el menor impacto posible. Es de primera necesidad que el abordaje del problema de la salud bucodental sea integral, por lo que las medidas a tomar han de ser legislativas y estructurales, lo cual inicialmente no está contemplado en una actividad privada y con gran competencia en el mercado, como es la Odontología en nuestro país. La reacción a esta problemática debería partir de una labor institucional de difusión y concienciación de la sanidad bucal como básica, lo que conllevaría una actitud preventiva por parte de los pacientes y, por tanto, a un aumento del número de visitas a las clínicas dentales. Asimismo, ofrecer vías de financiación de los tratamientos a los pacientes y a los clínicos, lo que nos llevaría a una inversión proporcionada en nuevas tecnologías y ofrecer la más alta calidad sanitaria a precios lógicos. Éstas se perfilan como medidas necesarias para mantenernos a flote.
En este sentido, es importante destacar que una de las medidas más importantes ante la situación actual y como proyecto profesional de futuro es la especialización odontológica y la inversión en investigación, desarrollo e innovación –el famoso I+D+i, que se traduce en una formación continuada y eficaz de los profesionales y su aplicación a la clínica diaria– y es aquí donde las instituciones académicas cobran un papel relevante.
Las universidades, y más concretamente las facultades de Odontología, han de mejorar la internacionalidad y el intercambio de sus estudiantes y de su cuerpo docente, para mejorar la formación teórica y práctica de los estudiantes y de los profesionales docentes. Una formación que tiene que integrar perfectamente una carga importante de conocimiento teórico y una mayor y mejor carga práctica que mejorará el desempeño de sus habilidades preclínicas y clínicas y, por tanto, un mejor ejercicio profesional en el futuro.
La implantación del Espacio Europeo de Educación Superior permite, entre otras cosas, una mayor movilidad de los estudiantes, y que países con restricciones de plazas con los «numerus clausus» favorezcan el equilibrio entre la demanda en el mercado de odontólogos y las promociones que se gradúan cada año.
España, frente a otros países del ámbito europeo, cuenta con un plan de formación en el que se potencian las habilidades clínicas en pacientes, es decir, las prácticas universitarias «en vivo». La Universidad Europea de Madrid, por ejemplo, cuenta con la Clínica Universitaria Odontológica, un centro propio con la más alta tecnología donde los estudiantes pueden poner en práctica sus conocimientos, siempre bajo el seguimiento y control de los mejores profesionales.
Otra de las medidas que la profesión debe tomar para paliar los efectos de la crisis es la especialización odontológica, que si se lleva a cabo constituirá un punto de inflexión para la profesión dada la futura Ley de Especialidades Odontológicas Europea, que modificará el mercado laboral abriendo nuevas vías de trabajo y profesionalización. Dentro del mercado europeo estas especializaciones requerirán una relación entre la universidad, la profesión y las sociedades científicas, para llevar a cabo esta regulación, siempre desde el punto de vista legal de los estados miembros de la UE.
Actualmente la formación en las diferentes áreas odontológicas se obtiene a través de los programas de posgrado entre los que están los másteres y doctorados.
Sin lugar a dudas, estamos ante un escenario económico difícil, global y no controlable y del que el sector de la Odontología no está al margen y que requiere, como he comentado anteriormente, un abordaje integral para ofrecer precios competitivos, sin afectar a la calidad de los tratamientos; poder ofrecer financiación a nuestros clientes; la especialización odontológica como herramienta para abrir nuevas vías de trabajo y la inversión en I+D+i. Éstos son los pilares para que industria y profesionales salgan, aun si cabe, fortalecidos de esta crisis. Una época de crisis también puede ser una época de oportunidades y de transformación del sector, que haga que nuestros puntos débiles se conviertan en nuestros puntos fuertes.
Artículo elaborado por:
Dr. Juan Manuel Aragoneses, Director de Área, Dpto. de Odontología, Facultad de Ciencias Biomédicas