La Academia Americana de Periodoncia (AAP) (1) define recesión gingival como aquella deformación gingival adquirida en la que el margen gingival se localiza en una posición apical a la línea amelocementaria (LAC). Debido a esta pérdida de inserción, clínicamente se observa exposición de la superficie radicular, pudiendo involucrar una o más raíces.
La presencia de recesiones gingivales es una situación clínica frecuente y puede asociarse a una estética no satisfactoria y a un mayor riesgo de caries radicular y sensibilidad dentinaria.
La frecuencia de las recesiones aumenta sustancialmente con la edad. Casi un 90% de los pacientes de 60 años presenta, al menos, una recesión ≥ 1 mm, mientras que en un 40% puede llegar a ser ≥ 3 mm (2). Anatómicamente la mucosa masticatoria se divide en encía queratinizada y en mucosa, ambas separadas por la línea mucogingival. Sin embargo, la encía queratinizada, a su vez, está compuesta por la encía libre y la encía insertada. La primera es aquella que se encuentra separada del diente. La segunda es aquella que mediante las fibras de colágeno sella el diente del medio oral, realizando la función de barrera (1).
Kennedy (3) et al. demostraron que si la recesión no es corregida y además está asociada a un mal control de placa, existe una mayor probabilidad de progresión. Aunque es posible mantener estable el nivel de inserción y la encía sana con un buen control de placa en ausencia de encía insertada (4). Existen dos causas principales de recesión gingival, las recesiones asociadas a periodontitis y las asociadas a factores mecánicos, especialmente a un cepillado traumático (5). Las recesiones asociadas a periodontitis pueden afectar a todas las superficies del diente pudiendo ser, además, irreversibles. Por el contrario, la recesión vestibular por factores mecánicos puede ser total o parcialmente corregida haciendo uso de técnicas de cirugía reconstructiva periodontal.