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Evocación póstuma de don Mariano Sanz Martín

El pasado 22 de junio falleció el doctor Mariano Sanz Martín, catedrático de Prótesis Estomatológica, que destacó también en los ámbitos colegiales y societarios.

En primer lugar, deseo transmitir mis condolencias a su familia, a su esposa, Basi; a sus hijos, Carlos y Mariano, y a sus nietos, a los que adoraba, según me confesó en una entrevista que le hice en el otoño de 2006 y que Gaceta Dental publicó en diciembre de ese mismo año. Acababan entonces de concederle el premio Santa Apolonia, y con tal motivo, D. José M.ª Herranz, editor y presidente de Gaceta Dental, me encargó la redacción de una semblanza del galardonado.

Nada podía satisfacerme más, dado que don Mariano había sido profesor mío y luego compañero de tareas docentes y colegiales.

Así es que, para ello, mantuvimos largas conversaciones en su casa de Hilarión Eslava, donde fuimos hilvanando los momentos más destacados de su biografía.

Naturalmente, muchas de las cosas de las que hablamos no se reflejaron en el reportaje, porque no pocas eran demasiado “humanas” y otras dejaban malparados a diversos “fantasmones” de la profesión.

En cierto momento le pregunté: “Mariano, de verdad, de verdad, ¿qué es lo que ha sido más importante en tu vida?”

Y, con aquella solemnidad que solía adoptar cuando le interesaba resaltar algo, me contestó sin dudar: “La familia. Para mí lo más fundamental de mi existencia ha sido mi familia, desde mis padres a mis nietos, todo lo demás ha estado en función de esto. Creo que lo que pudiéramos llamar éxitos o logros académicos, sociales o profesionales no habrían valido para nada si no hubiera tenido a quién ofrecérselos y con quién compartirlos.”

La familia, eso era lo más importante de la existencia y de la biografía de don Mariano San Martín, el núcleo que vertebraba y justificaba “todo lo demás”.

Don Mariano era un hombre de ideología llamémosla “clásica”. Había nacido en 1924 en un pueblecito (Prádena) de la provincia de Segovia. Tal vez ahora haya otra visión de la familia, distinta de la que él tenía.

 

Conocía la profesión como pocos, de primera mano, en todos sus aspectos. Por eso, cuando hablaba de los momentos actuales, su postura era agridulce. Sabía que el porvenir no era muy halagüeño y que la lucha por la supervivencia sería dura y difícil

 

La “clásica”, la de las gentes donde nació y creció, tenía unas connotaciones posiblemente más trascendentes que las convencionales de nuestros días.

La familia era la piedra angular de la vida, porque no se reducía a un concepto estrecho y limitado, sino que llevaba aparejados conceptos como honradez, ejemplaridad, rectitud, lealtad, respeto, gratitud, espíritu de sacrificio, constancia, veracidad, trabajo, responsabilidad… y, naturalmente, satisfacción y alegría.

Creo entender que eso subyacía en la respuesta de don Mariano. El concepto de “su” familia era universal y lo trasladaba a su vida entera, a su profesión, a sus amigos, a sus discípulos y a sus pacientes.

Por eso don Mariano era una persona honrada, legítima, veraz y entrañable.

Familia, para él, fueron sus maestros: D. Fernando Caballero, D. Juan Mañes, D. Arturo López Viejo… Familia fueron sus compañeros de claustro (con la familia también se tienen desacuerdos, naturalmente). Familia fueron los representantes colegiales, los miembros de las sociedades científicas que creó y a las que perteneció.

Familia, para él, era la humanidad, y por eso era bondadoso y benévolo en su quehacer, en sus opiniones y en sus juicios. Pero, también por eso mismo, era firme y constante en sus opiniones y creencias. Y sabía mantenerse en su sitio y defender lo que creía justo.

Sólo la razón le hacía cambiar de opinión, porque sabía escuchar.

A los ochenta y tantos años era un hombre sabio, sensato y moderado.

Conocía la profesión como pocos, de primera mano, en todos sus aspectos. Por eso, cuando hablaba de los momentos actuales, su postura era agridulce. Sabía que el porvenir no era muy halagüeño y que la lucha por la supervivencia sería dura y difícil.

Hablar con él fue una delicia, porque sus juicios y sus opiniones eran ajustados y certeros, y, naturalmente, porque sus recuerdos eran la crónica de los últimos cincuenta años de la Estomatología.

Disfrutar de su amistad fue un privilegio.

Los detalles, muchos detalles de su vida quedarán escritos en las páginas de Gaceta Dental, en la semblanza de diciembre de 2006.

Ahora ya todo son recuerdos, evocaciones y nostalgia.

Sin embargo, el dolor que muchos sentimos por su pérdida es la prueba de su valioso de su existencia y de su obra. Una obra que dedicó a su familia: lo fundamental.

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