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“Cualquier médico estomatólogo en España sabe diagnosticar una lesión de cáncer, una lesión de precáncer o de leucemia”

El doctor D. Miguel Lucas Tomás, posee un impresionante perfil profesional con proyección internacional como médico estomatólogo, investigador y docente. Académico de la Real Academia Nacional de Medicina y miembro del Instituto de España, ha sido jefe asociado del servicio de Cirugía Maxilofacial en la Clínica de la Concepción, catedrático de Estomatología Médica en la Universidad Complutense, fundador y presidente de la Sociedad Española de Medicina Oral, ha trabajado en la Organización Mundial de la Salud.

En la actualidad una de sus líneas de trabajo gira en torno a la relación entre estética facial, función oral y personalidad: “La satisfacción con una rehabilitación oral es muy complicada, muchas veces el paciente no se encuentra estéticamente satisfecho aunque el resultado sea buenísimo. Y ello le ocasiona un desequilibrio dentro de la personalidad”

Pregunta. Se licenció en Medicina en la Universidad de Salamanca. ¿Qué recuerdos tiene de la Facultad de Medicina y de las personalidades que conoció en esta época?
Respuesta. De la Universidad de Salamanca tengo los mejores recuerdos. Supuso el contacto real con mi formación de médico que era lo que yo pretendía ser. En esta época éramos vocacionales y en Salamanca había una escuela de Medicina muy formal, muy dirigida a las razones filosóficas de la Medicina. Además, había una cantidad enorme de buenos profesores. Entonces los profesores que iban a Salamanca eran los catedráticos que estaban a punto de pasar a Madrid, que era la meta.

Salamanca y Valladolid aglutinaban a la mayor parte de los catedráticos que estaban a punto de alcanzar la culminación de su carrera.

Por último, había un ambiente universitario excepcional, hasta el punto de que los alumnos éramos reconocidos en la calle por los catedráticos y nos saludábamos. Este ambiente tan humano, que se daba también en Valladolid y en otras facultades, creo que motivó el que se formase una generación de médicos muy buena y provocó en nosotros un gran interés por la parte humanística de la Medicina. Fue una buena promoción.

Entre las personalidades que recuerdo destacan los profesores en primer lugar, como D. Alfonso Ballcels Corina, catedrático de Patología General, o D. Luis Sánchez Grangel, que era catedrático de Historia de la Medicina, entre otros.

P. Posteriormente, usted se especializa en Estomatología. ¿Qué le motivó a escoger esta especialidad?
R. Mi padre era médico estomatólogo, médico APD (de Asistencia Pública Domiciliaria) y médico de la casa de socorro en Yecla (Murcia) con la especialidad de Odontología. Yo quise hacer lo mismo.

Los estudios de especialización los realicé en la Universidad Complutense de Madrid. Luego pasé a la Fundación Jiménez Díaz, donde estuve de médico interno y acabé siendo jefe asociado del Servicio de Cirugía Maxilofacial. En ese tiempo, he estado varias veces en la Universidad de Alabama.

P. ¿Qué diferencias percibió entre el tipo de enseñanza que se llevaba a cabo aquí en Madrid o en Salamanca y los planes de estudio de universidades de otros países, como la de Alabama, en la que usted realizó estudios de formación continuada?
R. No tenían nada que ver. La formación en España era más humanística y en Alabama era muy técnica. En cuanto a la Estomatología, en España la formación era más médica y en Estados Unidos se encontraba totalmente al margen de la medicina, más técnica o incluso más local.

Al final, como todas las cosas dan la vuelta, era yo el que acudía a dar conferencias en Estados Unidos, Dinamarca y otros países, y a los oyentes les parecían conceptos muy originales porque mi formación era diferente a la de ellos, y decían que llegaba más lejos de lo que ellos pensaban. Ellos se quedaban, a nivel técnico y nosotros contemplábamos la enfermedad general y al paciente como individuo.

P. Háblenos de sus doce años de estancia en la Clínica de la Concepción, de la Fundación Jiménez Díaz, donde, como nos ha comentado, llegó a ser jefe asociado del servicio de Cirugía Maxilofacial.
R. Es lo más importante que me ha sucedido en mi vida, porque en aquella época la Clínica de la Concepción era, no el mejor hospital de España, sino posiblemente de Europa, por una serie de razones que sería muy largo explicar. Pero, resumiendo, el doctor Jiménez Díaz acababa de volver de Alemania e hizo una clínica exclusivamente de investigación, se llamaba el Instituto de Investigaciones Científicas y Médicas, y decidió que esta clínica se podía incluir dentro de un hospital y creó la Clínica de la Concepción. Como resultado de la fusión de clínica e investigación se empleaban las técnicas más actuales y toda la asistencia se llevaba a cabo en función de la investigación.

Como resultado, se convirtió en un hospital de referencia, no sólo en España, sino en Europa, Sudamérica y Centroamérica.

P. ¿Con quiénes trabajó allí y cómo fueron sus relaciones con ellos?
R. El doctor Felipe Landete era el jefe de servicio de Cirugía Maxilofacial, y el doctor Arturo Pacios, era jefe de Estomatología, dos servicios que estaban unidos y, por lo tanto, trabajábamos juntos. Yo me integré allí en el staff de estos dos servicios y mis relaciones con ambos doctores fueron excelentes. Siempre hubo una buena comunicación. En Estomatología, en Odontología, ahora igual que entonces, no hay enemigos porque no hay competencia desleal. Los profesionales intentamos transmitir lo que sabemos, nos comunicamos los materiales nuevos, las técnicas nuevas, etc. Y esto no pasa en otras áreas de la Medicina. Aquí no hay escuelas enemigas, todos nos llevamos muy bien. Y yo eso lo sentí desde el primer momento. Me sentí muy bien acogido. El de Jiménez Díaz fue el primer hospital con carácter docente que hubo en España y allí se tenía a gala recibir muy bien a los médicos nuevos.

P. Se cuenta la anécdota de que, en una ocasión, le tocó asistir al anterior jefe de estado, D. Francisco Franco, aquejado por una dolencia bucal. ¿Cómo recuerda esta experiencia?R. El anterior jefe de estado amaneció un día con una serie de lesiones en la boca y su médico de cabecera me llamó al servicio de la Fundación Jiménez Díaz. Yo le examiné las lesiones, las diagnostiqué, las traté y se curó. Así de fácil.

A él le llamó mucho la atención mi seguridad, porque yo tenía entonces treinta y tres años. Pero pienso que esa seguridad, fruto de la experiencia, la tiene cualquier médico que está en un hospital, independientemente de su edad.

Yo nunca desaproveché el paso de ningún paciente por el servicio de estomatología o de cirugía maxilofacial sin que yo estudiara totalmente su caso. Si veía un enfermo con un bulto en la mandíbula o en la parótida, por ejemplo, eso significaba que yo me tenía que quedar aquella noche estudiando todo lo que había publicado al respecto de casos similares. Aprendía mucho con cada paciente. Si piensa que cada día pasaban por la consulta una media de más de veinte enfermos y yo pasé allí doce años. Podrá imaginarse cuántas oportunidades tuve para aprender.

Hay que saber aprovechar las oportunidades de aprender. Hay médicos que trabajan en los hospitales y saben un montón, otros no.

P. En 1974 obtiene la Cátedra de Estomatología Médica en la Universidad Complutense.
R. Era la única cátedra de Estomatología Médica que había en España y la había ocupado el profesor Saínz de la Calzada, que era un excelente clínico y un profesional con una gran categoría en esta materia. Cuando se jubiló, yo me presenté a esa cátedra sin haber pertenecido a la universidad. Reunía las condiciones adecuadas porque pertenecía al Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Nos presentamos tres candidatos y yo me obtuve la cátedra por unanimidad del tribunal.

Como catedrático intenté aplicar todos los conocimientos que tenía del hospital, así como la técnica que había adquirido con mi experiencia. Por lo tanto, era una forma diferente de explicar medicina oral, no digo mejor, sino diferente, que en ese momento era muy original y que estaba basada en la anatomía patológica y en la inmunología.

En España han salido generaciones muy buenas de médicos estomatólogos. Cualquier médico estomatólogo en España sabe diagnosticar una lesión de cáncer, una lesión de precáncer, una lesión de leucemia,… porque si no conocían esto, no aprobaban. Y no suspendíamos a nadie en mi cátedra, el que se presentaba a examen era porque sabía.

P. ¿Se puede decir que fue aquí donde nació su amor por la docencia?
R. No, mi amor por la docencia nació en la Fundación Jiménez Díaz. Era un hospital docente y de investigación. La primera vocación de este hospital era la investigación, la segunda, la docencia, y la tercera, la asistencia. Justo al revés de lo que ocurre ahora. Estamos obligados a anteponer, en los hospitales, la atención al paciente por encima de todo. A mí me gusta mucho la investigación, aunque poca investigación se puede hacer en España; pero la docencia sí se puede ejercer. Impartir clase a medio centenar de personas es un reto maravilloso.

P. Cuando ha hecho referencia antes a que todos los médicos estomatólogos son capaces de diagnosticar una lesión oral, ¿se refiere sólo a los médicos o tiene la misma opinión con respecto a los odontólogos?
R. No. Las últimas generaciones a las que yo he dado clase no son médicos, y tengo mis dudas de que todos tengan la formación y estén tan cualificados, aunque yo he seguido explicando lo mismo y con la misma intensidad. Los primeros alumnos eran médicos, estos últimos no cuentan con el mismo bagaje para entender las enfermedades y les es mucho más complicado. Los alumnos con una formación odontológica sólo, tienen muchas más dificultades de entender las asignaturas de cirugía y medicina oral, lo que es un tema muy preocupante. Yo me he esforzado en los últimos años en dar todas las clases al pregrado, porque veía que tenían más dificultad.

Los anglosajones creen la dentistería no tiene nada que ver con la medicina. Yo soy totalmente contrario a esta teoría. La boca está dentro del organismo, salvo que alguien me demuestre lo contrario.

P. ¿Piensa usted que el dentista tiene una responsabilidad con el paciente que acude a su consulta más allá del tratamiento para el que acude?
R. Evidentemente. Tiene una responsabilidad para diagnosticar no solamente la caries, sino todo lo que hay en la boca. Esta mañana hemos tenido en mi clínica un paciente con un mieloma. Tenía una lesión negra en la lengua y una lesión negra en el párpado.

A un dentista que no tenga la formación suficiente y se encuentra con un paciente en este estado, lo primero que le da es un shock.

P. ¿Qué se podría hacer para mejorar la formación de los dentistas que no son médicos?
R. Se podrían hacer dos cosas. Ampliar algo más las asignaturas de medicina en el plan de estudios y, en segundo lugar, dedicar más horas a la medicina oral y a la cirugía maxilofacial.

Cuando yo empecé a explicar Medicina Oral en la cátedra, en 1974, yo tenía 86 horas lectivas de clases teóricas. Después de hacerse la reforma de la Odontología, pensé que aumentarían al doble el número de horas de clases teóricas, y en cambio nos las recortaron a la mitad. De 86 pasamos a 38 horas.
P. En el programa de su asignatura se incluían temas de Periodoncia. ¿Qué pasó con esa parte de la asignatura?
R. Es verdad, aunque estaban incluidos, yo los aumenté a dieciseis en el primer año, aun bimestre, en el segundo, y en el año 1977 creé un área específica de Periodoncia, por primera vez en los planes reales de la universidad española. Así pues, conseguimos desarrollar una nueva cátedra de tanta entidad como la Periodoncia y con ello ampliamos el contenido de la médica. Creo que fue una rotunda jugada.

P. Ha sido usted impulsor y miembro fundador, así como presidente, de la Sociedad Española de Medicina Oral, SEMO. ¿Qué le motivó a crear esta sociedad científica?
R. El día y hora que se acababa la estomatología y se pasaba a la Odontología yo pensé que se iba a producir una carencia muy grave y que había que estimular el desarrollo de la Medicina Oral en España. Hasta ese momento no era necesario, porque todos los estomatólogos éramos médicos. Pero, al dejar de serlo, la Medicina Oral en España habría caído de nivel, así como su consideración internacional.

Por eso, reuní a una serie de estomatólogos y maxilofaciales, personas de mi confianza, y formamos una comisión para crear la Sociedad Española de Cirugía Oral. Fui presidente de ese grupo de trabajo, presidente provisional durante dos años, hasta que presentamos los estatutos. Y después, en la primera votación que hubo, me presenté y fui elegido presidente.

Después, en 1991 organizamos en Madrid un congreso internacional que fue uno de los hitos en la historia de la medicina oral mundial. Participaron los nueve mejores profesionales de la medicina europea y americana. A raíz de aquello, fundé la Sociedad Europea de Medicina Oral.

Actualmente SEMO tiene cerca de 250 socios, de lo que estamos muy satisfechos.

P. ¿En qué sociedad internacional considera que ha llevado a cabo un trabajo más complejo?R. Aparte de la Organización Mundial de la Salud, posiblemente sea en el área o en las sociedades relacionadas con el SIDA, por eso gran parte de mi tiempo en el extranjero fue trabajando en lo que después se consideró oficialmente como el Clearing House on Oral Problems Related to HIV Infection que fue realmente el reconocimiento a un grupo de catorce especialistas mundiales que que veníamos trabajando durante nueve años próximos al Ritch Hospitalet de Copenhague. Y al final de esa etapa también al EC Project Management Group on Clinical Aspect Form Aids, todo alrededor del año 1988, cuando se precisaba verificar y concretar las lesiones que el SIDA producía en el área maxilofacial. Me produce satisfacción recordar que he participado muy activamente en lo que hoy se considera como prototipo de lesiones en Odontología y Cirugía Maxilofacial. También hay que añadir que pertenezco al grupo de dental Alliance for Aids Care de Chicago, desde 1983. Nos preocupamos de la forma de tratamiento de las diferentes lesiones que el SIDA produce en nuestro territorio.

P. Su participación en estos grupos de investigación con respecto al SIDA le habrá producido mucha satisfacción, además de resultarle enormemente interesante.
R. En efecto, yo creo que todos se sienten satisfechos al comprobar que estamos en la línea de investigación como en los principales países del mundo. Recuérdese que cuando empezamos a trabajar sobre esos temas, no sabíamos realmente de qué enfermedad se trataba. Ahora es mucho más fácil para todos. Concretamente tuve una enconada discusión con un colega inglés cuando yo hablaba de la infección en los niños que en ocasiones no solamente afectaba a la boca sino al ano, ya que habíamos visto operar a ese niño con úlceras orales, anales y en el esófago. A él no le interesaban nada más que las úlceras de la boca y a mí me interesaba la enfermedad en conjunto, que no era de úlceras orales, sino en todo el tubo digestivo y secundarias a la infección del SIDA.

Finalmente, él no aceptó mi criterio, yo tampoco acepté el suyo y quedamos tan amigos. Entonces tuvo la ocurrencia de decir que yo iba más allá de lo convencional. Eso es muy propio de los anglosajones.

P. ¿Cuál ha sido el papel desempeñado por usted en la Organización Mundial de la Salud?
R. Yo he estado en la OMS desde 1974. En una primera etapa estuve en la sección de formación de postgrado en Estomatología. Mi presencia allí sirvió para modificar muchas cosas, porque el enfoque que predominaba era muy técnico y localista.

Posteriormente he estado en el grupo de tipificación de tumores y cáncer de la cavidad bucal.

Primero estuve en postgrado, luego en tumores de glándulas salivales (mi tesis doctoral fue sobre glándulas salivales) y, por último en tipificación de tumores y cáncer de la cavidad bucal. En esto se resumen mis 25 años en la OMS, satisfactorios por lo que he podido trabajar.

P. ¿Podría resumirnos su presencia en la American Academy of Oral Medicine, de Estados Unidos?
R. Desde 1968 pertenezco a la American Academy of Oral Medicine y mi actividad en ella me ha permitido pertenecer a su Junta Directiva. Mi trabajo ha sido, fundamentalmente, introducir en ella el área de lesiones orales en los enfermos trasplantados. Fui precursor en este tema en la academia norteamericana, por eso me pusieron al frente de esta sección, ya que nosotros tenemos una de las más numerosas series de publicaciones del mundo en lesiones de enfermos trasplantados.

La American Academy ha otorgado dos premios mundiales de reconocimiento a la labor profesional en el mundo de la medicina oral. la primera se la concedieron al profesor Jens Pindborg, de Copenhague, cuando estábamos en San Diego (California), y la segunda me la concedieron a mí cuando estábamos en Scott Indale. Recibir el mismo premio que el profesor Pindborg es uno de los mayores honores que se me han hecho en el ámbito internacional. de momento no hay más europeos con ese reconocimiento.

P. También es usted académico de la Real Academia Nacional de Medicina.
R. Cuando ocupaba la cátedra de Medicina oral me hicieron académico correspondiente de Salamanca, Valladolid, Valencia y Murcia. La gente de tu entorno te conoce y te valora, a veces.

En 1994 me hicieron académico de la Real Academia Nacional de Medicina y de ello me siento muy honrado, ya que solo hay cuarenta plazas en toda España.

Para mí este nombramiento es una responsabilidad, porque represento a los estomatólogos, a los odontólogos y a los cirujanos maxilofaciales. Es un colectivo muy serio y por ello me esfuerzo en hacerlo bien.

Ahora pertenezco también al Instituto de España, que es el conjunto de las reales academias. Este año he organizado, y me he comprometido a hacerlo cada año, un curso de formación continuada. El tema de este año era “Estética facial y autoestima”. No era un curso de postgrado al uso. En él han participado dos psiquiatras, cirujano plástico, ortodoncista, internista,… Fue multidisciplinario.

Para el año próximo el tema será “Estética facial y sociedad”. Y ahora estamos preparando un libro sobre “estética facial y autoestima”, resultado del éxito que tuvo el curso, pues fue tan brillante que no podíamos dejar que se quedara sólo en la memoria de los asistentes.

P. ¿Cómo escogió el tema para su tesis doctoral?
R. Haciendo cirugía maxilofacial en la Fundación Jiménez Díaz llegó el momento en que yo quise hacer la tesis doctoral. Por aquel entonces nos remitían un montón de niños con labio leporino y se les operaba en la Fundación. Entonces yo pensé hacer la tesis doctoral sobre genética de las anomalías faciales. Bajé a ver al doctor Jiménez Díaz y me dijo “no salgo de mi asombro al ver que un dentista se interesa por los cromosomas”. Entonces la genética clínica estaba empezando. Después, las circunstancias cambiaron. Al crearse La Paz, los niños nacían allí y cambié el tema de mi tesis al de tumores de las glándulas salivales.

P. Como docente, ¿qué valores ha tratado de transmitir a sus alumnos?
R. En primer lugar, la responsabilidad: no puede pasar por la consulta dental ningún paciente que se vaya sin un diagnóstico exacto de lo que tiene. Eso es lo primordial. Por eso les decía a mis alumnos: si alguno está en condiciones de examinarse ya se puede examinar, el que no, que no se presente porque no lo voy a aprobar, fundamentalmente por la responsabilidad que tengo.

Hay que saber hacer un diagnóstico. Pero el diagnóstico no se hace en base a una biopsia, la biopsia sirve como confirmación del diagnóstico.

Algunos profesionales se defienden haciendo biopsias y que le haga el diagnóstico el patólogo. Eso no es correcto.

Otro valor que les he intentado transmitir es la humanidad, que exista una comunicación, una transparencia, entre el paciente y el médico. Esta es una profesión a la que se pretende hacer técnica por encima de todo; y eso es falso. Esta profesión es tan humana como la medicina general, lo que ocurre es que tiene su parte técnica, muy atractiva, por cierto.

P. De todas sus publicaciones, ¿cuál destacaría?
R. Probablemente el libro “Atlas de Medicina Oral y Maxilofacial”. Un inglés llegó a decirme que el Atlas era como la Biblia de la medicina oral. Se refería a que en aquel momento no había ningún compendio tan amplio como éste. El “Atlas de Medicina Oral y Maxilofacial” ha estado, como texto oficial, en dieciocho universidades norteamericanas. Hace poco recibí una carta de un dentista de Bagdad dándome las gracias porque decía que había aprendido medicina oral con mi atlas. Es una forma muy primitiva de aprender, pero me emocionó que en un país, bajo las bombas, por así decirlo, había un “dentist” utilizando mi libro.

P. ¿Qué proyectos tiene en marcha en estos momentos?
R. En la actualidad, estoy ligado a la Real Academia Nacional de Medicina y al Instituto de España donde tengo en proyecto una línea de trabajo sobre estética facial, función oral y personalidad. La estética va mucho más allá de lo que se piensa a menudo. Es importante que el paciente se sienta cómodo con el resultado del tratamiento. Muchos pacientes, después de sufrir una operación de nariz, sienten una enorme insatisfacción y se ha dado el caso de pacientes que han llegado a agredir al cirujano.

La satisfacción con una rehabilitación oral también es muy complicada, muchas veces el paciente no se encuentra estéticamente satisfecho aunque el resultado sea buenísimo. Y ello le ocasiona un desequilibrio dentro de la personalidad. v

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