Los diez mandamientos

Dr. José Font Buxó. Presidente de la ORE. Federación Dental Internacional.

Dr. Bernardo Perea Pérez. Presidente de la Comisión Deontológica del Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de la I Región. Madrid

• La Odontología es un servicio de salud a la Sociedad, ésta es su esencia.
El nacimiento y desarrollo de todas las profesiones sanitarias está justificado por el servicio que prestan a la sociedad. Este hecho nunca ha de perderse de vista pues también se perdería el entramado ético de la profesión. Toda interpretación de la profesión que ignore el servicio a la sociedad como primera consideración es esencialmente errónea y nos llevará a una práctica profesional difícilmente compatible con nuestros valores éticos y deontológicos.

En compensación al servicio social que realizamos, la sociedad nos paga permitiéndonos vivir dignamente y otorgándonos un cierto prestigio social.

• El protagonista de la relación dentista-paciente es el paciente.
La base de nuestra relación terapéutica es la interacción franca y respetuosa entre dos seres humanos que son el médico y el enfermo. Esta es la base de toda la medicina. Y la Odontología es la medicina de la boca, y sus principios, por tanto, le son aplicables.

Por ello debemos no sólo respetar sus opiniones e informarle verazmente, sino también darle confianza: dejarle hablar, mirarle a los ojos, sonreírle… es un ser humano que busca nuestra ayuda y que confía en nosotros. Tengamos empatía, sepamos ponernos en su lugar y veremos claro cuál debe ser nuestra actuación.

• Las prioridades en nuestra relación con los pacientes deben ser sus necesidades y no los beneficios que nosotros pudiésemos obtener de él.
La primera consideración que debemos hacernos es ¿cómo puedo ayudar a mi paciente? y nunca ¿qué beneficio puedo obtener de él? Nuestra profesión da esencialmente un servicio de salud a la sociedad, y por ello recibe una contraprestación. Debemos ser muy cautos en este aspecto, evitando mercantilizar nuestra profesión. Este hecho además incrementa los riesgos de ser demandados legalmente.

Nuestra profesión no vende cosas ni crea necesidades inexistentes. Este comportamiento no es sólo éticamente impresentable sino también un error estratégico porque la confianza del paciente es la base de nuestro éxito profesional. Y la confianza sólo se gana y mantiene con la honradez.

• La salud es lo único que nos debe interesar de nuestros pacientes.
Debemos promover y preservar la salud integral del paciente a través de la salud bucodental. La salud bucodental es una parte de la salud integral de las personas y no debemos perder esta perspectiva. Por tanto no debemos proponer tratamientos (y mucho menos realizarlos) que vayan contra la salud general de nuestros pacientes, aunque pudieran mejorar puntualmente la función del aparato estomatognático.

• Debemos ser conscientes de la agresividad de nuestros tratamientos.
Una de nuestras primeras consideraciones ha de ser mantener al máximo la integridad bucodental de nuestros pacientes. El precepto hipocrático “primun non nocere” está plenamente vigente en nuestra profesión hoy en día. Las técnicas han avanzado de forma vertiginosa y las posibilidades terapéuticas son muchas. Pero lo más moderno y lo más intervencionista no siempre es lo mejor en todos los casos. No siempre el tratamiento mediante cirugía e implantes es el mejor. El principio de mínima intervención efectiva es fundamental.

• Debemos marcarnos como objetivo dar a nuestros pacientes (en calidad técnica y humana) más de lo que ellos nos pagan.
Nuestro fin no debe ser sólo conseguir la excelencia técnica de nuestro tratamiento, sino también intentar aproximarnos a la excelencia humana. La educación y el respeto deben ir incluidos en lo que damos a nuestros pacientes. También la educación sobre la salud (bucodental y general) y dedicar un minuto a educar es sembrar en el paciente y en toda la sociedad.

Sonreír, o eliminar contactos oclusales incorrectos tras una restauración son otros ejemplos.

• Debemos ser muy cuidadosos con la confidencialidad de los datos de nuestros pacientes.
La obligación de guardar secreto o sigilo respecto a los datos confiados por los pacientes o los tratamientos que les realicemos forma parte del respeto que les debemos. Esta obligación está además reforzada por el marco legal vigente. En este concepto de confidencialidad se incluyen no sólo todos los datos de salud, sino cualquier otro aspecto sensible de nuestra relación terapéutica.

• Como profesionales debemos mantener nuestra independencia ante cualquier presión (de sociedades de seguros, de la industria sanitaria o del propio paciente) que nos aparte de nuestro objetivo: la salud y el bienestar de nuestros pacientes como nuestra primera consideración.
En nuestra relación con el paciente el respeto y la confianza tienen que ser mutuos. Si no es así no debemos tratar al paciente. Es mejor derivarlo a otro dentista. También debemos preservar nuestra autonomía profesional en el aspecto científico y no tenemos por qué hacer tratamientos que no consideramos adecuados. Nadie puede ni debe forzarnos a ello.

Respecto a las empresas y compañías de asistencia dental, tengamos claro que el respeto que nos tendrán será el respeto que nos tengamos nosotros mismos. Si transigimos ante sugerencias comerciales inconvenientes y entramos en el juego de “vender” sus productos o servicios, no sólo estaremos quebrantando nuestros principios éticos, sino que nos estaremos depreciando como interlocutores ante ellos. Debemos ser los guardianes de la salud bucodental de la población.

• Debemos intentar realzar y preservar nuestro papel en la sociedad como profesionales a su servicio en lo referente a la salud bucodental.
Este objetivo sólo se consigue con un comportamiento basado en valores éticos, no mercantilistas. Cualquier práctica comercial que mancille esta imagen debería ser eliminada.

La sociedad nos ha dado la posibilidad de agruparnos en colegios, y darnos un código propio de conducta profesional. Nosotros debemos responder respetando nuestros códigos de conducta y no perdiendo de vista que nuestro primer deber es dar un servicio de salud a la sociedad.

Otro aspecto fundamental para mantener nuestro papel y prestigio social es respetarnos entre nosotros mismos. Posiblemente no exista comportamiento más desprestigiante a los ojos externos que las críticas indiscriminadas de actitudes y comportamientos de otros miembros de la profesión.

• Debemos facilitar el acceso a la salud bucodental de toda la población.
Posiblemente sea en este punto donde el papel de las corporaciones profesionales sea más importante como interlocutor de las administraciones públicas. En la medida de nuestras posibilidades deberíamos combatir las desigualdades sociales, al menos en lo que a acceso a la salud bucodental se refiere. En este sentido la colaboración en tareas de educación sanitaria o programas de atención especiales a las capas sociales más desfavorecidas deberían ser potenciados. Todo lo que nosotros no hagamos a este respecto será hecho por otros (empresas de asistencia dental, seguros, etc.) que intentarán ocupar el hueco que dejemos.

Consideramos que el cumplimiento de estas 10 normas conlleva evidentes ventajas para los profesionales por varios motivos:

— Hará más grato nuestro trabajo.
— Garantizará la continuidad de nuestros ingresos ya que cada paciente se convertirá en un referidor de otros pacientes.
— Nos dará la posibilidad de ser más felices al serlo también las personas que nos rodean y con quienes hemos de convivir, nuestros pacientes.

Por contra, el incumplimiento de estos “mandamientos” tiene para nosotros consecuencias que, por pura lógica, serán negativas:
— Hará a nuestro trabajo clínico más difícil, cansado, duro y desagradable.
— Cualquier aumento de los ingresos basado en comportamientos ajenos al espíritu de estas normas será probablemente efímero, no es posible “engañar” a todo el mundo todo el tiempo. Y los pacientes valoran la confianza en el dentista.
— Posiblemente seremos más desgraciados e infelices, pues estaremos obligados a convivir con personas a las que afectarán negativamente nuestra conducta, nuestros pacientes. Nadie puede ser feliz rodeado de personas infelices, y más si lo son por nuestra propia conducta.
— El riesgo de tener problemas legales con nuestros pacientes se disparará. Si ya de por sí los cambios en la percepción de las expectativas y los derechos por parte de los pacientes han aumentado las reclamaciones legales contra los profesionales sanitarios en general, y contra los dentistas en particular, este riesgo se incrementa extraordinariamente cuando nuestro comportamiento no está basado en un exquisito comportamiento ético.

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