Antonio Bascones acaba de publicar en Éride Ediciones un espléndido relato de 157 páginas titulado La última experiencia.
La creación literaria no es nueva en el autor. Los que le conocemos de antiguo recordamos, por ejemplo, el emocionante libro de poemas que escribió hacia los años ochenta y los que posteriormente incluyó en una antología coordinada por Andrés García Madrid, codeándose con poetas de la talla de Altolaguirre, Blas de Otero, Celaya y otros conspicuos maestros.
Ahora ha cambiado la poesía por la prosa, pero no quiere decir que la haya olvidado, ni mucho menos, porque la novela está impregnada de una sensibilidad y de una limpieza que evocan las raíces primitivas de su creador y sobre todo, como sucede siempre en la poesía, hay un gran componente autobiográfico que se desliza involuntariamente en el entramado ficticio de la narración.
No perdamos de vista que Antonio Bascones es fundamentalmente médico, y como tal enfrenta a su protagonista, José, con la enfermedad y la muerte, dos situaciones extremas con y contra las cuales la Medicina se ha fajado a lo largo de los siglos.
Además de médico, Bascones es estomatólogo, y no un estomatólogo cualquiera, sino un enamorado de la especialidad a la cual ha dedicado sus sueños, su capacidad de trabajo y, ¿por qué no decirlo?, su vida entera.
Precisamente ese amor a la profesión ha trascendido los límites de las tareas académicas, colegiales, editoriales, etc., y cristalizado en una actividad benéfica muy querida y mimada por Antonio, la ayuda a los necesitados a través de Dentistas sin Fronteras, organización no gubernamental sin ánimo de lucro.
Médico, estomatólogo y altruista son los cimientos biográficos del autor de esta novela. El “tempo” de la misma, como he dicho, se explica por su condición de poeta.
La acción, pues, se desarrolla en Nicaragua, hasta donde ha viajado un grupo de jóvenes odontólogos en misión solidaria (como ahora se dice).
Organizador de estas misiones, el autor conoce perfectamente el terreno y los avatares propios de las mismas. describe el paisaje, las ciudades y la historia de Nicaragua, sin olvidarse de sus gentes, etnias, costumbres, etc.
En semejante escenario, un cooperante desahuciado se encuentra con una chica (Cinta) y entre ellos surge el amor, otro tema fundamental en la vida y en todo tipo de relato.
Hay quien dice que las novelas tienen siempre un mismo esquema. Un individuo sale de un lugar, viaja y finalmente llega a otro lugar.
Es la misma vida, nacemos, vivimos y morimos. El viaje.
La última experiencia es un viaje, el último, por cierto, del protagonista; el primero de una persona que se ama.
Bascones lo cuenta maravillosamente, su estilo es fluido, los párrafos cortos, el vocabulario ajustado, procurando no abusar de la descripción técnica de los tratamientos odontológicos, lo cual no es fácil cuando se es profesional del ramo.
Por eso la acción va progresando suavemente, mezclando la nostalgia, la evocación, la generosidad, la aceptación del infortunio, etc., en general elementos positivos, esperanzadores, nada de truculencias ni concesiones a las bajas pasiones, tan de moda actualmente en la literatura, guiones de cine y televisión.
No voy a contar, evidentemente, el argumento, y menos el desenlace. Sólo recomendaría que se leyese este libro. Es un auténtico placer.
Con esta novela, Antonio Bascones se afianza más en el campo que se conoce con el nombre de “médicos escritores”.
Es un honor para la profesión que compañeros nuestros entren en ese Olimpo.
Ya sé que no es fácil. La Estomatología, Odontología, o como queramos llamarla, es una tarea absorbente. deja poco tiempo. Antón Chejov, médico también, el inolvidable creador de “Tío Vania” y “La sala número 6”, decía que “la medicina era su mujer y la literatura su amante”.
Marañón se confesaba “trapero del tiempo”, para justificar su doble dedicación a las ciencias y a las letras, aprovechando cualquier momento para cultivarlas.
Eso hicieron Rabelais, Schiller, Keats, Wendell Holmes, Conan Doyle, Somerset Maugham y la legión de médicos que nos legaron páginas maestras que figuran en la vanguardia de la literatura universal.
En España, ¿quién se olvida de Pío Baroja, Martín Santos, Vallejo Nájera o Jaime Salom, por ejemplo?
La tradición de médicos escritores es proverbial.
Ahora desgraciadamente ha decaído un poco. Por eso personalmente me enorgullece que un compañero de profesión y fatigas se haya atrevido a salir de la dedicación cotidiana y haya dado cima a una obra de ficción en el género más universal de las letras, la novela.
Ojalá ésta sea la primera de un rosario de ellas, y ojalá sea maestro en el género, no sólo por su propia producción, sino por que encuentre imitadores y la profesión se engalane con otra joya como la presente.
¡Enhorabuena, Antonio! Y hazla extensiva a tu esposa Consuelo, que estoy seguro es tu musa y que, sin duda, no ha dejado que la sensibilidad y la emoción se agoten en tu pecho.
Quienes lo deseen pueden solicitar ejemplares de este libro a Ediciones Avances, S.L. (C/ Boix y Morer, 6-1º. 28003 Madrid), al Tel. y Fax:: 91 534 58 60.