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Dr. Rafael Miñana Laliga: «Ahora hay que prepararse lo mejor posible. La lucha es mayor que hace cincuenta años»

Dr. Rafael Miñana Laliga, Medalla de Oro al Mérito Científico del Colegio de Dentistas de la I Región

Por Gema Bonache

Uno de los grandes de la Endodoncia en España. Esta frase serviría de carta de presentación al Dr. Rafael Miñana Laliga. Amigo de esta revista y miembro de nuestro comité científico desde hace años, acaba de recibir del Colegio de Dentistas madrileño la Medalla de Oro al Mérito Científico, un galardón que se suma a una larga lista de reconocimientos nacionales e internacionales. Y es que, como verán tras la lectura de esta entrevista, sobran los motivos.

—El Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de la I Región le acaba de conceder la Medalla de Oro al Mérito Científico. ¿Qué ha supuesto para usted este reconocimiento?
—Ha sido una gran sorpresa. La concesión de la Medalla de Oro al Mérito Científico del COEM es lo mejor que le puede suceder a un profesional de la Odontología. Después de tantos años colegiado, interviniendo en conferencias y cursos desarrollados en el Colegio, a mis años es lo más bonito que me ha podido suceder.
No digo mis años para que no se asusten. Pero, desde 1968, estoy ejerciendo Endodoncia en Madrid. Y la jubilación ha sido hace cuatro años. Por todo, ha sido una satisfacción que todavía se acuerden de mí.

—Hagamos un repaso de su carrera. ¿Cómo fueron sus inicios en la profesión Doctor Miñana?
—Si hablamos de mis andanzas y correrías desde que terminé Estomatología en la Universidad Complutense, en el año 1962, ha llovido mucho desde entonces. Sería muy largo de contar. Veamos…

Experiencia americana

De vuelta a España, pero siempre EE.UU.

Primer dentista en Europa que hacía Endodoncia en exclusiva

Aparecen “los miñanistas”

La Universidad

Julia y los niños

—¿De qué logro profesional se siente más orgulloso?
—Me establecía ocho años después que mis compañeros de curso, en una ciudad que conocía poco, como especialista exclusivo en Endodoncia, algo que nadie había hecho antes. Fue difícil, pero ya te he dicho Gema, que los mejores profesionales de Madrid me dieron su confianza y esto fue muy bonito.
A principio de los 70 organicé un ciclo de conferencias sobre Endodoncia en el viejo Colegio de Estomatólogos, en la calle Fernanflor, junto a las Cortes. También vino un amigo endodoncista de Dallas; formé parte del congreso de la FDI en Madrid, etc. cuando vino el Dr. Ingle por primera vez a Madrid y tuve que traducirle. Recuerdos muchos, pero todos bonitos.

—¿Cuál destacaría como el momento culmen de su carrera?
—En estos años hay varios: en primer lugar, la Fundación Del Amo que creyó en mí. Cumplí los principios de la Fundación, de volver a España y enseñar todo lo aprendido en mis años en Estados Unidos. Además, formar parte de la Facultad de Estomatología de Valencia durante 35 años y crear un grupo de especialistas en Endodoncia y de odontólogos generales «sin miedo al nervio» que, directa o indirectamente, captaron mis ideas y mi forma de hacer en la clínica, con trabajos excelentes, respetados por sus compañeros y que ahora forman el núcleo principal de la AEDE (Asociación Española de Endodoncia).
Recibir el Premio Santa Apolonia en el año 1999 del Consejo General de Colegios de España, el más alto galardón de la Odontología española, o ser nombrado Miembro Honorario de la Asociación Americana de Endodoncistas, después de toda una vida dedicada a la Endodoncia y a su expansión en España. Ahora, recibir la Medalla de Oro del Mérito Científico del COEM. Desde aquí quiero agradecerles a su presidente, el Dr. Ramón Soto-Yarritu; a su secretario, el Dr. José Aranguren, y a toda la Junta, el honor que me han hecho. Además, y por encima de todo, destacaría el cariño con el que me han atendido durante todos estos años como conferenciante en toda España en colegios regionales, congresos y Universidades.

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El doctor Rafael Miñana, con su inseparable mujer, Julia, durante una visita a Granada.

—¿Qué compañeros le marcaron más a lo largo de su trayectoria académica y profesional?
—En España han sido innumerables: los doctores Losada, Tome, Ochandiano, López-Álvarez, Niñoles, Torres, Canut, Navarro y muchos más, la lista sería interminable. En Estados Unidos, los doctores Frank, Glick, Weine, Torabinejad, Del Río, Backland, Ingle, Walton, Cohen, Schilder, Dunsky, Roane, etc., ellos y otros, más o menos conocidos que nos han hecho más agradables los viajes a USA a mí y a todos los españoles que hemos ido.
Y en la Facultad de Medicina y Odontología de Valencia, en especial el Dr. Forner, codirector conmigo del postgrado de Endodoncia, considerado por el periódico El Mundo como el mejor de España. No puedo dejar de agradecer a todas las promociones –deben ser más de veinte–, que me han «aguantado» todos estos años.
Los seis meses con el Dr. Frank en Valencia y el grupo que se organizó. La amistad que siempre he tenido con el Dr. Michele Maillefer. Durante todos mis años de profesión, siempre me ha ayudado en todo; tanto en mi consulta como en la Facultad de Estomatología de Valencia. Nosotros comenzamos a visitarles y de esta manera realizar viajes de estudio inolvidables a Suiza, Alemania y Liechtenstein.

—¿Qué le han reportado sus experiencias profesionales fuera de España?
—Lo más bonito: hacer amigos. Además, conocer otras clínicas, escuelas dentales, abrir puertas y beneficiar a los jóvenes de formas diferentes de enseñanza que aprendí en Estados Unidos. Recomendaría a los estudiantes hacer un postgrado en el extranjero, concretamente, en Estados Unidos. El principal objetivo debe ser, por tanto, aprobar con buena nota el examen de inglés, el Toefl. Aplicar a las universidades que interesen y buscar ayudas, becas o familia para hacer este proyecto realidad. Suena bonito, sí, y es posible. Hay que proponérselo. Hay que preparase lo mejor posible ya que la lucha es mucho mayor que hace cincuenta años. Cada día hay nuevas facultades de Odontología con un aumento exagerado de profesionales y el mercado está saturado; si conseguimos hacer un buen trabajo, con profesionalidad y sin ser «piratas», el boca-boca funciona. Es una lástima que en estos tiempos no se abran más clínicas nuevas, solo una o dos al año en la Comunidad Valenciana. Los jóvenes licenciados trabajan como auxiliares y ayudantes con unos sueldos mínimos y marchan al extranjero en similares condiciones, después de lo que ha costado su formación.

—Alguna anécdota curiosa en todos estos años…
—Estar el Dr. Frank con nosotros durante seis meses en la Facultad de Odontología de Valencia impartiendo clases a los postgrados y demostraciones en pacientes fue muy aleccionador: comidas, bebidas y clases con una figura mundial en nuestra pequeña facultad. Vino con su esposa Teri y lo pasaron muy bien.
Los congresos nacionales de AEDE con figuras de la Endodoncia mundial que siempre han querido venir y la confraternización que había entre todos, pero anécdotas pocas.
Las he tenido más acompañando al Valencia Club de Fútbol por países al otro lado del Telón de acero, como cuando cruzamos a la Alemania del Este, perdiendo el equipaje de los jugadores, directivos y forofos; pasando frío en Rosario, Argentina, en pleno mes de agosto o miedo en Bruselas en una final de copa Valencia-Arsenal, etc.
Los viajes a Suiza con los estudiantes de Valencia. Eran maravillosos. Había carteles en los que se podía leer: “Nadie entra en el autobús sin ducharse. Y por la noche airear las zapatillas, por favor».
Además, todos los viajes a Estados Unidos han sido similares, los congresos, nuestros amigos… Muy ilusionados por ir, por estar con nuestros amigos en Beverly Hills, allí tengo “mi casa, nuestra habitación”, y pasear por Rodeo buscando a Julia Roberts. Visitar Disneyland siete u ocho veces. Si pudiera me marcharía a vivir a California, siempre lo he dicho.

A pesar de cortarse la coleta de la práctica clínica en 2010, sigue usted muy vinculado al mundo odontológico, colaborando en la impartición de diferentes programas formativos. Además de ser padre y abuelo de dentistas. ¿Cómo ve a las futuras generaciones de odontólogos?
—Se ha terminado la época de dejar la Medicina y pasarse a Odontología. Esto sucedía cuando yo estudié. Ahora hay una plétora de facultades y pronto alguna facultad cerrará por falta de alumnos. Hay demasiadas facultades públicas y privadas.
Todo el mundo quiere que el Ave, autopistas y centros universitarios y, sobre todo, que Odontología se imparta en su ciudad. Hay más clínicas dentales que peluquerías.
El porvenir de los jóvenes odontólogos es muy oscuro; lo normal es emigrar y ganar solo para vivir en los países de acogida. Y aquí, es peor: dispuestos a ser explotados por no sé quien, trabajando por un porcentaje de risa. Hay que intentar formase lo mejor posible. Con postgrados, sí, pero reconocidos y aprobados por una junta mixta universitaria-profesional. Siguiendo las normas americanas o europeas de dos años como mínimo, pero a tiempo completo, durante cinco días a la semana, mañana y tarde. ¿Qué no hay profesores para eso? Pues se fabrican. ¡Haberlos, haylos! Y con ganas de enseñar, abriendo la facultad a todos lo que quieran aprender no solo a apellidos superdotados. Será una utopía, pero hay que intentarlo.

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La saga odontológica Miñana continúa con su hijo Miguel y su nieta, Lucía, con quien aparece en la foto.

—¿Es muy distinta su visión de la profesión respecto a la que tenía su generación?
—Todos estudiamos para aprender y hacer las cosas bien. Haciendo esto los ingresos dan para vivir. No como antes del euro, pero bien y decentemente. Y no hay que ser miedosos: hay que abrir una consulta, con uno o varios compañeros, más sencilla o más elegante, pero que sea eficiente y que el trabajo sea de calidad. Así se triunfa tarde o temprano.

—¿Qué se ha perdido y se ha ganado en el camino?
—Humanidad. Ahora todo es más comercial y solo se mira la economía. Antes era distinto. Tenías gente a quien no cobrabas y te sentías feliz. Ahora ya existe el comercial que te vende el producto, quien en ocasiones no es dentista y te lo arregla con los bancos. Yo he tenido la clínica llena de cuadros, óleos, serigrafías, esculturas, etc. Todo a cambio de endodoncias. Era mucho más bonito y divertido. Como valenciano actuaba como fenicio y mercader con los artistas. Mi consulta era muy agradable y acogedora, no como las de ahora, con paredes blancas y colores estériles.

—¿Cómo ha visto evolucionar la Endodoncia, el campo al que usted se dedicó más de 42 años?
—Ni puede ni debe quedarse como en los años sesenta. Ya no se toman cultivos como entonces y las limas manuales prácticamente no se usan, eran auténticos serruchos, rígidas y difíciles de llevar por los conductos curvos. Más tarde, aparecen las limas NiTi y mejoran algo. Actualmente hay centenares de formas y diseños que inundan el mercado, rotatorias y manuales; nuevos diseños; de movimiento continuo o recíproco; nuevas aleaciones; mejor calidad de los aceros y diseños, facilitando la realización de los tratamientos de conductos.
Y lo que ya está a la vuelta de la esquina: limas de un solo uso, pre-esterilizadas y empaquetadas por el fabricante. Casi todo el instrumental ha mejorado para bien. Las fresas, los materiales de obturación menos irritantes de los tejidos periapicales… Todo ha sufrido cambios a mejor para que la calidad de los tratamientos aumente.
Sin embargo, hay un material que no ha cambiado: el líquido de irrigación de los conductos. En los sesenta era el Hipoclorito Sódico y sigue siendo el mismo, quizá menos concentrado. La típica lejía de uso casero, más o menos diluida; es el “Bleach” de los supermercados americanos.
En mi opinión las llaves del éxito en Endodoncia, a grandes rasgos, son: una cavidad de acceso correcta; la conformación de los conductos, respetando su anatomía original y la correcta obturación. Sin embargo, esto no será posible sin una buena y eficiente irrigación, buen aislamiento, evitando la filtración y la contaminación. Esto último es la principal causa de fracaso en Endodoncia. Las bases histopatológicas del tratamiento endodóncico no han cambiado: limpiar, desinfectar el conducto y obturarlo, con matices y filosofías que cambian según las escuelas, como las de Boston, Oklahoma, Nueva York o California
Llegó la radiovisiografía –personalmente prefiero las radiografías periapicales–; el microscopio, que aumenta la calidad de la visión; así como las lupas, que facilitan el trabajo y, en ocasiones puntuales, en casos dudosos, el CBCT, que puede ayudar menormente, aunque no en todo tratamiento de Endodoncia.

—¿Cuáles han sido los avances más destacados a lo largo de su historia?
—Además de los ya comentados, el más espectacular es el capítulo de las células madres, si son o no aplicables en Odontología. En este campo se ha avanzado bastante. Ahora, hay ocasiones en que somos capaces de revascularizar un diente que puede estar condenado a la fractura accidental o a la extracción. Para ello se necesitan ciertas condiciones: paciente joven, ápices abiertos sin formar, necrosis pulpar, etc.
Mediante una sencilla y abundante irrigación del conducto con el Hipoclorito Sódico se limpia, se seca y se coloca en el interior del conducto un desinfectante o antibiótico; se seca y sella la apertura y, a la visita siguiente, se abre de nuevo el diente, se colocan células madre (plasma rico en plaquetas) o se provoca una hemorragia y coágulo a partir de los tejidos periapicales. Serían las células madre o, más espectacular y menos práctico, se colocan células madre (plasma rico en plaquetas). Secamos y cerramos correctamente y con el tiempo vamos a ver cómo la periodontitis apical desaparece y que el diente se desarrolla en largo y grosor, gracias a la desinfección y al empleo de células madre de un coágulo sanguíneo o de plasma rico en plaquetas. Todo parece muy sencillo y así es. Pero pronto llegará un día –espero y deseo verlo–, que esto mismo pueda hacerse en dientes adultos y/o formar tejidos dentarios que podrán reemplazar tejidos lesionados e, incluso, crear nuevos dientes. En estos momentos las investigaciones están muy avanzadas. La Fundación de la Asociación Americana de Endodoncistas está destinando varios millones de dólares anuales a ese fin. En fin, Gema, me estás agotando, pero sigamos.
Más enseñanzas en la fase de pregrado en las Facultades de Odontología y, sobre todo, más cursos de postgrado, másteres y conferencias han influido en el desarrollo de la Endodoncia.
La Endodoncia ha evolucionado como todo y para mejor, pero, sobre todo, estamos llegando a un momento en el que al paciente ya no se le extrae un diente sin antes saber y conocer las posibilidades de éxito del tratamiento endodóncico. Quizá porque los implantes son más caros, quizá, para que el paciente siga masticando correctamente con sus propios dientes y no con algo “prestado” que no tiene la misma sensibilidad. Sea cual sea la causa, la «especialidad» de la Endodoncia sigue firme. Más enseñanzas en la fase de pregrado en las Facultades de Odontología, y, sobre todo, más cursos de postgrado, másteres y conferencias sobre Endodoncia han influido en ello.

—A su juicio, y a pesar de que toda la profesión coincide en la necesidad de la creación de las especialidades, ¿por qué cree que aún no han visto la luz?
—Me parece muy bien. Sin embargo, hay que matizar. Tener a alguien en la consulta ayudando durante un año o dos años, como hice yo en los setenta y los ochenta, no creo que ahora sea la solución. Entonces no había otra, y salió estupendamente: todo aquel que estuvo en la consulta se ha convertido en un «figura» de la Endodoncia. Dentro de las posibilidades que teníamos terminaron bien preparados. Pero, sobre todo, porque ellos siguieron estudiando, leyendo, acudiendo a congresos, etc. y hablando de Endodoncia las 24 horas del día. Algo parecido en el postgrado de Valencia que conozco, aunque no es lo mismo 12 horas que 40 horas a la semana.
Si hay especialidades, éstas deben de ser a tiempo completo, no solo de día y medio. Como los ortodoncistas, creo que Periodoncia en la Complutense es igual,
Dos años a tiempo completo, mañana y tarde. Copiando a Estados Unidos o si algún día se deciden, según los dictados de Europa y la Sociedad Europea de Endodoncia, de la cual somos miembros. Con un programa común para todos los países, en inglés, para conseguir abrir mercados a otras nacionalidades y a un número mayor de estudiantes de otros países. En España tenemos buen clima, la vida de estudiante es relativamente barata, incluyendo el botellón… En fin, vaya rollo que te he soltado Gema.

—Y mirando al futuro…, ¿a qué se va a dedicar?
—Para terminar, decir que la vida nos ha dado muchas alegrías y también tristezas que, gracias a Dios, hemos podido sobrellevar. Muy pronto voy a cumplir ochenta años, pero estoy relativamente bien. Con un pedazo de colon menos, pero estoy ágil mental y físicamente. Activo y dispuesto a impartir alguna clase. Ahora, de traumatología dental y de revascularización, como en el módulo de trauma dental del curso de especialización en Endodoncia en Santiago de Compostela a finales de este mes.
Si Dios quiere, estaré en el Congreso de Odontopediatría el próximo mayo en Denia, en donde mis alumnos de Valencia han preparado un gran evento en un lugar maravilloso como es la Costa Blanca. Y en cuanto pase el frío, ver algún partido de fútbol del Valencia y, de paso, hacer mis clásicas visitas a los postgrados de “Endo” de las escuelas dentales de Valencia y pasar unos días en mi casa en el campo y que Julia juegue con sus plantas. Hay que mantenerse ocupados. Muchas gracias Gema. Perdón si he ofendido a alguien.

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