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¿Investigar en España?

Desde que hace ya quince meses llegué a la dirección de GACETA DENTAL es la primera vez que me dirijo a vosotros, lectores, y creo que el motivo merece la pena. Porque no estamos acostumbrados en este país a difundir lo que acontece en el mundo de la investigación. Una circunstancia absolutamente reprochable a nada que recordemos los muchos avances que se deben a pensadores, científicos, investigadores, descubridores e inventores con ADN español.

La historia nos recuerda que fue el navarro Abrahan ibn Ezra quien en el siglo XII difundió en Europa el actual sistema de numeración, ése con el que ahora nos calculan cada día la prima de riesgo; y que Leonardo Torres Quevedo (¡qué padres tan visionarios al ponerle el mismo nombre que a Da Vinci!), al que ‘sólo’ se le deben las invenciones del dirigible autorrígido, el mando a distancia (¡ojo!, en 1902), el funicular aéreo para pasajeros (1907), el primer ordenador en sentido estricto (1920), la calculadora digital, el puntero láser… En fin, un ‘crack’ de la cosa de inventar. Pero es que el granadino Emilio Herrera Linares diseñó el primer traje espacial y el castellonense Julio Cervera fue el auténtico inventor de la radio, once años antes que Marconi lo dijera en italiano y la patentara. Y nombres ilustres españoles en la cosa de darle al cerebelo y sacar adelante proyectos de relevancia histórica los hay a troche y moche: Gregorio Marañón y Ramón y Cajal y Severo Ochoa y Peral y De la Cierva… Y déjenme que cuele aquí a la leonesa Ángela Ruiz Robles (1895-1975), que se sacó de la manga la máquina taquimecanográfica, el Atlas Lingüístico Gramatical y una Enciclopedia Mecánica precursora del e-book.

Y ahora díganme que esto es anecdótico, pero es que la fregona es cosa de un español, lo mismo que el chupa-chups y la jeringa desechable o el laringoscopio, invento de un tenor español (Manuel Vicente García) del XIX que fue patentado, y en esto seguimos igual, por un médico alemán. Y hay mucho más: la guitarra clásica, el futbolín, la grapadora, el afilalápices, el arcabuz, la navaja, el botijo…

Bueno pues este amplio preámbulo histórico viene muy a cuento porque en España, ¡tachín tachín!, se sigue investigando, con esfuerzo, con ahínco, con dedicación, con pocos medios, con vocación, con obstinación, con insistencia y con la indiferencia del resto de la sociedad y de la Administración. Por eso, en el convencimiento de que es necesario dar pasos para que estos callados trabajos dejen de ser silenciados, al menos en el sector dental, GACETA DENTAL pone en marcha, de la mano de Fenin, una sección dedicada a la investigación de la que saldrá también un premio dirigido al mejor artículo publicado en nuestra revista. Y como no quiero que el día de mañana me llamen el Marconi de esta historia prefiero decir desde el principio que esta iniciativa se debe al empeño que han puesto la secretaria general de Fenin, Margarita Alfonsel, y el director general de Peldaño (editor de GACETA DENTAL) y por tanto mi director general, Ignacio Rojas.

Para terminar la relación de nombres propios españoles en el mundo de la investigación prueben a teclear en internet Juan Antonio Delgado, Antonio Claret, Vicent Martínez, Luis Rubio, Pedro Alonso, José Antonio Pérez Turpin o Eduardo Anitua. Los hay a miles, casi anónimos pero brillantes. Parafraseando al decano de la Facultad de Odontología de la UCM, De la Macorra («Investiga que algo queda», dixit): «Difunde la investigación española que algo quedará». Va por ellos: los investigadores. ¡Que los hay, señores!

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