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«Ahora, en la clínica, soy como la música de fondo que unifica y da calidez»

El próximo 14 de diciembre, en el trascurso de la gran gala de la Odontología, el Dr. Pere Harster recibirá el Premio Santa Apolonia del Consejo General de Dentistas de España, un reconocimiento público a su destacada trayectoria profesional en el campo de la Odontología.

Dr. Pere Harster Nadal terminó Medicina en 1960 y la especialidad de Estomatología en Madrid en 1962. En el currículum de este veterano de la Odontología figuran innumerables cargos, logros y reconocimientos: miembro fundador de la Academia de Gnatología Europea, fundador y presidente de SEPES, fundador de SEPA, presidente de la sección de Odontología de la Academia de Cataluña, profesor de SEPES con más de 30 cursos profesados y más de 20 artículos publicados, presidente del COEC, presidente de la Comisión Europea del Consejo, presidente de la Comisión Deontológica del COEC, ganador del premio Simó Virgili, del premio Pro Odontología de la Academia de Catalunya i Balears y poseedor de la medalla de Oro del COEC y de la medalla de Oro del Consejo General. A esta extensa lista se le suma ahora el Premio Santa Apolonia, ortorgado por el Consejo General de Dentistas de España.

—¿Qué representa para usted la concesión del Premio Santa Apolonia?

—Es una culminación, un reconocimiento que me halaga muchísimo, aunque dudo que sea suficientemente merecido.

—¿Qué sintió al recibir la llamada que le comunicaba la concesión de este importante reconocimiento profesional?

—Sorpresa, aturdimiento, agradecimiento, etc.

—Su padre fue protésico y odontólogo, ¿tuvo claro desde siempre que quería seguir sus pasos?

—No en absoluto, había ayudado a mi padre desde unos años antes de terminar medicina y adquirido una cierta experiencia. Mi primera intención fue estudiar pediatría, pronto descubrí que, como pacientes, no soportaba a los niños. No soy un dentista vocacional, sólo cuando he profundizado un poco, he aprendido a sentir la profesión como inseparable de la medicina y he adquirido con ella un completo compromiso. Por suerte para mí, entonces sólo podíamos ser estomatólogos y por ello mi decisión fue más tardía.

—De no haber sido dentista, ¿cuál cree que es la profesión que hubiera elegido?

—Arquitecto o técnico agrícola. Lo primero explica en parte mi dedicación preferente a la prótesis. Lo segundo es una pasión oculta por la tierra.

—¿Cómo recuerda su etapa universitaria?

—La medicina, sensacional. Tuve suerte con mis amigos íntimos: Manel Ribas, Xavier Forn… que después han sido catedráticos e investigadores. Tuve suerte especialmente con mi profesor Pedro Pons, un clínico y humanista de primerísimo orden, bajo cuyas órdenes –y de su excelente equipo– permanecí cuatro años.

En la escuela de Estomatología, «mixed feelings», algunos profesores fueron después mis amigos: Amancio Tomé, Manolo López, Mariano Sanz, Del Río… Algunos compañeros han sido, aparte de muy amigos, grandes profesionales: López Álvarez, Lucas, A. Costa, etc. Con otros simplemente hemos forjado amistades que han durado toda la vida. Pienso en Agustí Sitges, Mariano Ortego, etc.

—Y sus inicios profesionales, ¿cómo fueron?

—No fueron muy difíciles, me valió la experiencia con mi padre. Al principio trabajé con él, pero me independicé pronto. Monté un pequeño consultorio en un buen barrio de la parte alta de Barcelona, tuve éxito, no debía de ser muy malo pues pronto vinieron a mirar compañeros que han sido después catedráticos. Siempre he tenido mi consulta abierta. En la década de los 70 montamos con Jordi, mi hermano, la primera clínica con seis gabinetes que se abrió en Barcelona, seguida muy poco después por Stom, de Jaime Llena. Después nos hemos quedado pequeños. Me valieron mucho las discusiones sobre ergonomía que mantuvimos mucho tiempo en mi grupo de estudios, liderado por el Dr. Boniquet.

—En el plano profesional, ¿a quién admira?

—Siento un especial fervor por Pepe Boniquet, amigo y mentor, pero admiro a muchos contemporáneos, E. Padrós, J.L. López Álvarez, R. Antín, J. Pla, Joan Pi, I. Damborena y V. Giménez. Fuera de España, casi todos me procuran una sana envidia, pero admirar, admirar… Pienso en Ramfjiord, de Estados Unidos, y en J.C. Harter, de París, dos grandes clásicos. Una mención especial para Pedro Planas que, aunque no he seguido su método y ni siquiera fuimos amigos, fue original e innovador y esto es muy difícil.

—Ha sido usted presidente del Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de Cataluña, miembro del Consejo General de Dentistas de España, presidente de sociedades científicas como la Sociedad Catalana de Odontoestomatologia o SEPES, de la que también es fundador, etc. ¿Qué recuerda de todas estas experiencias?

—Esto ha sido toda mi vida profesional, es imposible contarlo en un pequeño resumen. Éramos pocos, descubríamos cada día una nueva faceta de la Odontología científica, éramos entusiastas y participativos. Todo era más sencillo aunque se avecinaban grandes problemas. En el Consejo tuve como presidente a José M. Lara, juntos sufrimos los inicios de la masificación y el desembarco de las compañías de seguros dentales. Entendimos que sólo aceptando que éramos un servicio público y no un sindicato, podríamos ganar suficiente legitimidad. Lo hicimos lo mejor que supimos y con las escasas armas que la sociedad nos proporcionaba.

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Ciertamente no tuvimos demasiado éxito, quizás solamente dar testimonio, en un momento de turbulencias, de que es posible desarrollarse manteniendo una intachable conducta profesional.

—De todos los logros conseguidos profesionalmente, ¿de cuál se siente más satisfecho?

—Una pequeña cosa que desgraciadamente a muchos les sonará desconocida, haber descubierto y manifestado el papel que juega la presión negativa intraoral en el modelado de los tejidos blandos.

—Muchos años dedicados a la Odontología le han permitido observar, de primera mano, su evolución y desarrollo. ¿Qué avances han sido a su juicio los más destacados?

—Lo primero que cambió mi vida fue el iniciarme en el conocimiento de la fisiología cinética de los maxilares, lo que significaba adentrarse en el mundo de la función masticatoria y de sus disfunciones. Lauritzen, Dawson y Okeson fueron mis introductores. Luego mi propia observación de que la disfunción (y no solamente la masticatoria) está en el origen de la mayor parte de las patologías orales. Avances técnicos como la adhesión y los implantes han traído sus luces y sus sombras, bastantes sombras entre las indudables luces.

—En la actualidad, sigue en activo. ¿Cómo es su día a día?

—Tengo la suerte de trabajar con un equipo magnífico que se ha ido formando a lo largo de los años por personas que compartían mi filosofía de trabajo, personas que empezaron como ayudantes y son en la actualidad socios de una clínica que podríamos describir como cooperativa. La integran Jordi López-Roura, Dolores Rodríguez Andújar, Berta Eche Boniquet, Guillem Solsona i Harster y, a una cierta distancia, Carlos y Patricia Rincón. Yo trabajo menos horas, tres días a la semana, de 10:00 a 15:00. Un día a la semana nos reunimos todos para discutir problemas de organización y comunicación con el paciente. Todo el tiempo estoy disponible para consultar sobre un diagnóstico, un proyecto de tratamiento, prestar una ayuda para adelantar un caso. No me exigen demasiado, creo que mi presencia les transmite afecto y seguridad. Ahora estudian más ellos que yo y de muchas cosas también saben más ellos que yo. Yo soy como la música de fondo que unifica y da calidez.

—¿Cuál ha sido su forma de enfrentarse al trabajo todos estos años?

—Primero veo a personas, después bocas y después dientes. La relación con las personas a menudo es difícil. Deseo que vean en mí a un médico, pero que pronto confíen en mí como en un amigo. En este sentido, desde el primer momento estoy lanzando señales. Nunca he vendido un caso. Me he interesado a fondo en comprender el origen del problema y he intentado hacer partícipe de ello al paciente. Lo he informado sobre alternativas terapéuticas. Lo he instruido. Mi padre solía decir que los dentistas éramos como loritos y he procurado atenerme a la lección, hablar, compartir y enseñar.

—En materia de formación, en la actualidad no se puede pedir más. La oferta formativa es muy amplia y parece que se va avanzando poco a poco en el tema de las especialidades. ¿Cómo observa este aspecto?

—Bueno, creo que hay más oferta que calidad, en todo caso más técnica que humanidad. Soy restrictivo en cuanto a las especialidades; como clase, el dentista tiende a monopolizar, se pueden tener conocimientos muy profundos sobre una materia sin tener un título específico. No tengo las ideas suficientemente claras sobre este tema… Prefiero no dar una opinión emocional.

—Deteniéndonos en el momento actual, son varios los problemas que afectan a la profesión: intrusismo, precariedad, exceso de profesionales, crisis económica… Imagino que circunstancias que le preocupan.

—Es posible que la crisis económica nos haga reflexionar a todos, me parece que a la larga iremos a una sociedad más igualitaria, con un nivel de consumo más bajo. Si desaparece la necesidad de ostentación, bajarán las necesidades económicas y se adecuarán más a las expectativas reales. Esto no tiene por qué ser esencialmente malo. Menos competición, más placer en el propio trabajo y en la vida tranquila e interior. Mi ideal es el crecimiento 0.

—Ojalá tuviéramos la receta mágica, pero ¿qué posibles vías ve para solucionar estos problemas?

—Los dentistas solos no van a cambiar nada, es la mente de todos la que habrá de cambiar y sin duda lo hará, pero quizás no lo vean ni los más jóvenes.

Para los que vivimos ahora: luchar interiormente contra la especulación sobre los intereses sanitarios, no participar en ella; ser solidarios con nuestros pacientes; pero también reforzar a nuestras instituciones. Nuestra fuerza depende de nuestra unidad; de lo que seamos capaces de dar, también de renunciar.

—Por lo que nos ha comentado antes, la saga familiar de odontólogos continúa.

—Pues afortunadamente sí. Guillermo Solsona i Harster es hijo de mi hermana Josefina, está en mi equipo, y es querido y respetado por todos. El próximo año terminará Francesc Harster i Prats, hijo de mi hermano Jorge, que tiene un buen equipo de mentores dispuestos a ayudarle y esperamos mucho de él.

—No sé si será de dar consejos, pero si tuviera que dar alguno a un futuro odontólogo, ¿cuál sería?

—Pues sí, me place dar consejos: No olvides las humanidades, fórmate como persona; desarrolla el gusto por las cosas armoniosas y bellas; estudia; comprométete con tus pacientes; no engañes nunca, no digas ni siquiera verdades a medias; sé claro; continuamente didáctico; participativo; no vendas tu sabiduría, pero no te tomes demasiado en serio, no eres ni trascendental ni imprescindible.

PERFIL

Nacido en… Barcelona en 1936.

Estado civil… Casado.

Aficiones… Leer, la viticultura, la naturaleza, etc.

Deportes… Pocos y esporádicos, la pesca, el esquí.

Un libro… «Sobre el camino de la vida» Ediciones B grupo Zeta, un libro absolutamente recomendable y fácil de leer. El autor, Moisés Broggi, es un cirujano catalán más que centenario.

Música preferida… Vivaldi.

Viajes en cartera… Sitges, El Pla, Puigcerdá,… Es el círculo habitual donde transcurre mi vida.

J.B.

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