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El defensor del paciente, ¿y el mío?

Empezaré por donde duele: la ley Omnibus. Me ahorraré comentarios, pero como le decía a un compañero, es lo que hay. Y el que manda, manda, aunque mande mal. No suena catastrofista decir que, si se aprueba como está, el concepto que tenemos de “Colegio” cambiará radicalmente. Y una de las cosas que exige, es que constituyamos sistemas de regulación (y por la patilla, gratis) de control, de supervisión… de unas normas que la propia sociedad se ha encargado de dinamitar desde hace tiempo, y la tendencia es a más, que lo sepas. Es viejo, no te extrañe, se llama “ley del más fuerte”.

En fin, cuando ellos mismos se aclaren, empezaré a opinar seriamente, pero las barbas, mientras tanto, a remojo, dado que uno de los métodos que los políticos usan para debilitar a quienes les estorban, es dictar leyes que les estrangulen normativa y financieramente, y ese es el caso por el momento, si nadie lo remedia, de varios de los artículos de la ley que están expresamente pensados para ello. Algunos modelos europeos ya han pasado por eso, y creado asociaciones fuertes (más corporativistas aún) aparte de la estructura colegial, que defiende la profesión, relegando el Colegio a un mero registro administrativo. Ni malo ni bueno, pero hay que inventárselo otra vez.

Todos los que formamos parte de las estructuras colegiales, todos los junteros, tenemos cierto espíritu altruista. Prácticamente todos (te lo juro por Snoopy) buscamos el beneficio social, y todos obtenemos (quiero creer que todos) poco dinero (algo sí, que no somos de piedra) y mucha satisfacción personal. Todos sabemos que, mientras los colegios se mantengan como están, todas las administraciones (y la sociedad) nos tendrán a su lado, colaboraremos con todos, procuraremos fomentar la ciencia, la calidad, la honestidad y tantas otras cualidades positivas. En el momento en que no sea así, no estaremos al lado, sino enfrente, defendiendo nuestros intereses. ¿Os suena? A mí mucho. Y mal. De momento suena a conflicto, y además, permanente, hasta que se estabilice de nuevo el equilibrio, que será siempre precario, mal ambiente para una profesión que necesita tranquilidad a la hora de abordar su producto: la salud.

Y volviendo al título, que algo tendré que decir para justificarlo. Recientemente, en nuestro Colegio hemos recibido una iniciativa del Consejo en ese sentido. Me parece genial, y se entronca con mi línea editorial, de la que ya has debido leer varios artículos. Generar confianza y acuerdos muy claros y respetarlos (aun no estando de acuerdo) es el mejor método de supervivencia, y por la teoría de la cooperación le dieron el Nobel a John Nash (el de “Una Mente Maravillosa”, interpretado por el guaperas ese Russel Crow). Pero si la sociedad no está dispuesta a pagar lo que mis pacientes sí, pues casi que la otra mejilla que la ponga otro primero.

Y piensa que, ahora mismo, nuestro enemigo es la ley Omnibus, y los políticos de turno, que pretenden romper algo que, más o menos, funciona y bien. Nuestros queridos Colegios. Si no te lo crees, participa, colabora, debate, comparte, difunde, amplía horizontes… Los labios de la sabiduría están sellados, excepto para los oídos del conocimiento.
¡Suerte!

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