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«El camino recorrido por la Odontología en los últimos años ha sido, por vertiginoso, apasionante»

Su reciente nombramiento como académico de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid ha supuesto tan sólo un hito más en el brillante currículum del Dr. Nieto Bayón. Con este pucelano, apasionado del dibujo y la pintura, hacemos un recorrido, además de por su trayectoria profesional, –presidió el Colegio de Odontólogos de la VIII Región durante más de una década– por la historia reciente de la Odontología, deteniéndonos en la actualidad y los problemas más acuciantes a los que se enfrenta. A su juicio, «muchos años tendrán que pasar para que el odontólogo recién llegado al mercado laboral encuentre en la sociedad el equilibrio profesional que le corresponde».

—¿Qué ha supuesto para usted su reciente nombramiento como académico de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid?

—Ingresar en tan solemne corporación, ha significado para mi un grandísimo honor, llegar a cotas impensables que nunca supuse, como es el formar parte de una doctísima Real Academia de Medicina y Cirugía. Desde nuestra época de estudiante forjamos en nuestra mente una idea superior, sublime, de las Academias y de sus componentes. Y ahora al recibir esta dignidad, me considero con escaso bagaje de méritos que, se me antojan nimios, ante la concurrencia de ciencia, sabiduría y merecimientos que atesoran todos y cada uno de los miembros que integran esta ilustre Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid, a los cuales rindo desde aquí máxima admiración y respeto.

 —Un premio que viene a culminar una larga trayectoria como profesional de la Odontología. Pero, empecemos por el principio. En su caso, se decantó por la Odontología siguiendo los pasos de su padre. ¿No es así?

—Sin lugar a dudas, el que mi padre ejerciese la Odontología proyectó un influjo sobre mi, que fue determinante a la hora de tomar una difícil decisión sobre la carrera a elegir.

Como alumno de ciencias y por mis dotes hacia el dibujo, me atraía sobremanera estudiar Arquitectura. Pero si al hecho de que no existiese escuela en Valladolid, le añadimos el referente de la profesión de mi padre, llegamos a la conclusión de que mi destino para ejercer la Odontología era un hecho. Pasando por cursar la licenciatura de Medicina en Valladolid y, posteriormente, la especialidad de Estomatología en Madrid, siendo la única Escuela de Estomatología de España, por aquel 1976 (la de Barcelona se encontraba cerrada).

 —¿Qué recuerda de su paso por la facultad?

—Mis recuerdos del paso por la Facultad de Medicina de Valladolid son gratos. En la mayoría de los casos, los recuerdos y añoranzas de los años jóvenes son evocaciones congratulantes. La memoria selectiva ya se ocupa de olvidar lo desagradable. Recuerdo con agradecimiento y cariño a todos mis profesores, pues a ellos debo lo que soy y sería ingrato no reconocerlo. También no olvido a mis compañeros de aquella época que, no entendían como terminando Medicina me marchaba a Madrid para hacer Estomatología –y eso ¿qué es? decían–, cuando la mayoría apostaba por la Neurocirugía, Cardiología, Psiquiatría, etc.

Especial mención quiero hacer del Dr. J.M. Lara Sanz, por su predicamento y ascendiente hacia mí, al que tuve la suerte de conocer como excelente profesor de Anatomía en mis primeros años de facultad, para después ser compañeros y amigos en la Escuela de Estomatología, compartiendo más tarde tareas colegiales, siendo él presidente del Ilustre Consejo General de Odontólogos y Estomatólogos de España.

De mi paso por la Escuela de Estomatología en Madrid, recuerdo con admiración a mis catedráticos y profesores. En la asignatura de Prótesis a los doctores López Viejo, Del Río, Casado, M. Sanz, López Lozano, González Iglesias y Fernández–Palacios. En Odontología a los doctores García Vicente y Valenciano. En Endodoncia a los doctores Gasca, Badanelli y Martínez Berna. En Odontopediatría al Dr. Radigales. En Quirúrgica a los doctores Calatrava, Donado, Saborido, Edo. En Profilaxis y Ortodoncia a los doctores Rioboo y Moreno. Y en Médica Estomatológica a los doctores Lucas, Bascones, Rodríguez y Núñez.

Quisiera tener un afectuoso recuerdo para todos los compañeros que compartimos promoción en la Escuela, en aquellos años de 1976 a 1978. Y, muy especialmente, a cuantos tuve más próximos, doctores: R. Niño, J.L Monsalve, C. Lucas, J.L Barona, P. Ruiz de Temiño, R. Matute, J. López-Malla, A. Mortes, I. Narváez, V. Ojeda e I. Moscol.

—¿Y de sus primeros pasos profesionales?

—Los comienzos con pacientes fueron, como correspondía en la Escuela, dentro de las prácticas de cada materia o asignatura, siendo abordadas por mí con la máxima ilusión, interés y entrega. Suelo decir, en contra de algunas opiniones que: «Yo en la Escuela aprendí mucho».

Anecdóticamente recuerdo como de un número importante de obturaciones sobre pacientes, que había de realizarse, hice solamente una. Pues el Dr. Valenciano que la supervisó, dijo: «Usted pasa a Endodoncia». O cuando en Prótesis II, el Dr. Fernández Palacios, ante la presentación de un trabajo que le gustó, me pasó a realizar tratamientos al personal de la «casa», con el recién llegado y único equipo con turbina de la Escuela. Ello se lo debo agradecer al Dr. Fernández–Palacios que siempre confió en mi persona y, posteriormente, tuvo la deferencia de permitirme trabajar en su espléndida y prestigiosa clínica madrileña donde, por aquellos años, realizábamos tratamientos con anestesia general.

—¿Cómo fue evolucionando?

—El Dr. Pedro Fernández-Palacios me hizo una importante oferta para que continuase con él en Madrid. Pero la situación familiar no me lo permitía. Así, me trasladé a Valladolid y trabajé en la clínica de mi padre (Medina del Campo), durante el tiempo en que monté la clínica en la capital vallisoletana.

Recordando las palabras premonitorias del Dr. Casado Llompart: «Haz todos los cursos que puedas». Mis primeros años profesionales fueron una vorágine de cursos (entonces no se decía Master), viajando sin tener fin de semana libre. La actividad que desarrollé en aquella época profesional, vista en la distancia, la considero frenética. Independientemente del examen de licenciatura en Medicina que realicé con anterioridad, abordé los cursos monográficos del doctorado, para más tarde hacer la tesis dentro del programa de farmacología con el Profesor Dr. A. Velasco Martín. Me impliqué en la dirección de la comisión científica colegial y fui dictante de conferencias y cursos dentro del programa de «Formación Continuada» del Ilustre Consejo General durante el tiempo de mi presidencia colegial. A todo esto, lógicamente, añadiremos la consulta cotidiana.

—Durante más de una década fue presidente del Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de la VIII Región. ¿Qué destaca de esta etapa?

—La etapa colegial resultó esencial por ilustrativa y enjundiosa en mi formación y en el devenir de la vida. De esta manera pude acceder y conocer los foros de los más altos estamentos de la colegiación y aprender de auténticos maestros, próceres colegiales. En total, fueron diecisiete años los que dediqué a la vida colegial.

En la primera Junta de Gobierno participé con cargo de vocal y presidente de la Comisión Científica, siendo presidente del Colegio el Dr. Lara e integrada por los doctores: Viloria, Monsalve, Rodríguez Quesada, Martín Calvo, Narciso Sánchez, Núñez de la Viña, Consuelo Aparicio, J.J Reyes y J. Llorente. En la segunda legislatura colegial el Dr. Lara fue nombrado presidente del Consejo General y yo, que ejercía de vicepresidente, accedí a la presidencia, cargo que desempeñé entre los años 1991 y 2004.

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Cabría destacar y reseñar que durante esta época, el Colegio de la VIII Región fue baluarte a nivel nacional en el tema de la publicidad ilegal, perseguimos y conseguimos la mayor sentencia por intrusismo dada hasta entonces, que fue de 60.000 euros y 20 años de cárcel, siendo nuestro abogado y gerente del Colegio D. José Manuel Cuadrillero Martín. Inauguramos también una nueva sede colegial, fundamos la revista «Espejo Colegial», trajimos a Valladolid, por vez primera, el Congreso del Ilustre Consejo General «XXVIII Nacional y VIII Internacional» y quisimos, pero no pudimos, unificar los colegios de nuestras provincias en un sólo colegio «castellano-leonés».

—Ha sido usted organizador de congresos, dictante de cursos y conferencias, fundador de la revista Espejo Colegial, etc. De todos los logros profesionales conseguidos, ¿de cuál se siente particularmente orgulloso y por qué?

—Entendiendo que la vida de un profesional es una concatenación de eslabones donde no existe el siguiente sin el anterior. Sin duda, me siento particularmente satisfecho de haber sido presidente del Colegio durante trece años, de haber alcanzado la más alta titulación académica como es la de Doctor, obteniéndola con la máxima calificación de sobresaliente «cum laude». Y, por supuesto, del reciente nombramiento como académico de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid, de lo cual me honro y siento obsequiado.

—¿Se ha arrepentido en algún momento de haber elegido este camino profesional?

—No sería sincero sino comentase que en algún momento me pudieron flaquear las fuerzas. Incidiendo, sobre todo, en la absoluta soledad del dentista en su consulta donde, transformándose en un superhombre, es capaz de abordar y acometer la mayoría de «suertes» médicas: internista, anestesista, radiólogo, cirujano, etc. Y, por si esto aún fuera poco, en los ratos libres, tendrá la posibilidad de ejercer además de economista.

De no haber sido dentista y, reconociendo mi facilidad para el dibujo, en mi mente siempre estuvo ser arquitecto.

—En el plano profesional, de sus colegas, ¿a quién admira?

—Sería totalmente injusto por irreverente, si fuese capaz de hacer un listado de aquellos que gozan de mi admiración, que son muchos. Todos cuantos tienen mi confianza y amistad merecen mi reconocimiento más sincero.

—Desde la dilatada experiencia profesional que hemos expuesto, ¿qué evolución ha visto en el campo de la Odontología en nuestro país? ¿Podemos estar orgullosos del camino realizado?

—La evolución de la Odontología desde aquellos años setenta hasta nuestros días ha sido tremenda, ante la abrumadora llegada de información con nuevas tecnologías, aparatología y materiales. De no haber estado atentos, nuestros conocimientos y tratamientos hubieran quedado obsoletos.

En el transcurrir de este tiempo, hemos pasado de los empastes de amalgama y silicato a los totalmente estéticos con material compuesto; del oro a la cerámica; del reimplante al implante; de la prótesis removible a la fija, a través de los biomateriales e implantes; de la ortodoncia removible y fija a la invisible, etc. Sin duda alguna, el camino recorrido ha sido por vertiginoso, apasionante.

—Pero quedará mucho por hacer… A su juicio, ¿qué sería lo más prioritario?

—Parecen cuestiones primordiales para abordar, en primer lugar, la regulación del incremento de Facultades de Odontología que, en estos momentos, supera la veintena entre públicas y privadas.

En segundo lugar, el control razonable del número de alumnos, ya que en los últimos diecisiete años la cifra de profesionales se ha incrementado alrededor de un 110%. Y, por último, sería interesante reglar la formación de postgrado, a fin de no privilegiar a quien tiene mayor poder adquisitivo. El inseguro futuro que espera al joven odontólogo, ante la situación actual y la plétora profesional existente, es uno de los problemas candentes del momento.

—Con un panorama económico como el actual y el creciente número de titulados, podemos afirmar que el presente y futuro para los odontólogos no es muy halagüeño en España.

—En gran número y, en el mejor de los casos, los nuevos titulados odontólogos están abocados a trabajar para terceros, con el ánimo de poder subsistir en su profesión. En la actualidad, es raro lo que antes fue normal, como era el montar tu propia clínica al terminar los estudios. La sociedad se autorregula a través de la oferta y la demanda –dicen– pero años tendrán que pasar para que el odontólogo, recién llegado al mercado laboral, encuentre en la sociedad el equilibrio profesional que le corresponde.

—¿Qué recomendaciones les daría a las nuevas generaciones de dentistas?

—Les diría que, con la mayor ilusión, intentasen prepararse a fondo en sus estudios de Licenciatura o Grado, prestando el máximo interés, atención y empeño en el día a día de su estancia en la facultad (lección que pasa, lección que no vuelve), para después completar su formación con un sólido postgrado y, así, desembocar indefectiblemente en un gran profesional.

PERFIL

Nacido en… La Seca (Valladolid).

Estado civil. Casado.

Aficiones. Dibujo, pintura, billar francés (tres bandas).

Deportes. Fútbol, atletismo, boxeo…

Un libro… «El Quijote».

Música preferida… Soy poco melómano, pero Frank Sinatra, Mª. Dolores Pradera…

Viajes en cartera… Como anhelo… Nueva York.

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